Villa según Katz
Lourdes Zambrano.
El Norte, Monterrey, N.L. 6 de noviembre de 2010. Sección Arte Pág. 1.
En el mes del Centenario de la Revolución Mexicana se recuerda al Francisco Villa que delineó en su obra maestra el historiador y antropólogo austriaco Friedrich Katz, fallecido el 16 de octubre
Sus décadas de investigación histórica, centrada en México, le dieron reconocimiento, pero fue la biografía que escribió de Pancho Villa la que le dio la inmortalidad.
Friedrich Katz es sinónimo del Centauro del Norte, gracias a la obra que publicó en 1998, Pancho Villa, y que hoy es indispensable para cualquiera que esté interesado en conocer la trayectoria del caudillo revolucionario.
Al morir, el pasado 16 de octubre, fue inevitable reconocerlo como «El biógrafo de Villa».
El historiador austriaco, nacido en 1927, tuvo un interés especial en Doroteo Arango, nombre real del caudillo, porque vio en él una característica única, que no reconoció en los demás personajes de la Revolución Mexicana.
«No sólo saca a relucir información detallada de todo lo publicado, sino que suma la documentación extranjera sobre Villa y finalmente hace una caracterización del personaje viéndolo desde diferentes puntos de vista», dice el historiador Óscar Flores.
El director del Centro de Estudios Históricos de la UDEM convivió con el fallecido historiador y aceptó la sugerencia que le dio para su tesis de doctorado, que obtuvo en la Universidad Complutense de Madrid.
Esta presentación integral de la figura de Villa ayudó a tumbar mitos respecto al carácter bronco y el mote de bandido con el que fue identificado.
Flores destaca cómo Katz presentó las reacciones del caudillo ante situaciones concretas, su plan y proyecto sociopolítico, y su faceta humana.
«Antes considerábamos que tomaba decisiones un poco precipitadas sobre asesinar, fusilar o incautar haciendas. Sin embargo, todo tenía un fin dentro de su proyecto de regeneración, como decía Katz, sociopolítica, económica de la región y de México».
Además, al investigador le llamaba mucho la atención cómo había manejado de una forma magistral la relación con Estados Unidos, comenta Flores.
«El de Villa, a diferencia de los otros movimientos revolucionarios, era el más cercano a los intereses americanos, como también dice Katz.
«Casi todos los cónsules americanos de la zona, de Coahuila, de Chihuahua, hablaban bien de él, incluso mandaban escritos a Washington diciendo que Villa era el personaje al que habría que apoyar», señala el historiador.
Incluso, el investigador austriaco relató que el caudillo tenía hasta un agente secreto en Washington.
En entrevista con Grupo REFORMA, Katz comentó que el aprendizaje que tuvo al investigar sobre la vida del Centauro del Norte fue que se requiere de un gran carisma para movilizar a la gente.
«El pueblo se identificaba con él tremendamente. Era el único dirigente con el que la gente entraba a las batallas gritando ‘¡Viva Villa!’. No conozco a nadie que haya tenido ese talento», dijo.
Aun así, a Katz no le gustaba que se utilizara la palabra «héroe» para describirlo.
«Implica una visión en blanco y negro. Obviamente los personajes tienen matices. Eso intenté mostrar con Villa», dijo en esa ocasión.
Para el historiador José Javier Ruiz Ibáñez, en su reseña de Pancho Villa, publicada en la red, la obra lejos de ser una biografía típica, usa la figura histórica del líder revolucionario para elaborar un fresco en el que el protagonismo no se le otorga de forma privativa al personaje.
«Más que centrar el análisis en seguir una peripecia existencial por lo demás apasionante, el autor se esfuerza en comprender cómo se generó y evolucionó el personaje Pancho Villa», dijo el también autor de Las Milicias del Rey de España: Sociedad, Política e Identidad de las Monarquías Ibéricas.
«La personalidad de Villa que se aprehende de la lectura de estos muy bien documentados volúmenes es la de un hombre político bastante más sagaz e imaginativo de lo que la visión de rebelde primitivo podía dar, pero también la de un militar cuya capacidad de liderazgo en operaciones de envergadura se veía muy disminuida por su falta de formación y por su rigidez a la hora de entender la guerra».
La relación de Katz con México inició en su adolescencia, cuando llegó al País en pleno gobierno cardenista. Su familia, de origen judío, tuvo que huir de Francia ya que el régimen nazi estaba a punto de mandarlos a un campo de concentración.
Posteriormente, la filiación política de su padre les cerró las puertas en Estados Unidos. México los acogió sin problemas.
«Éste será el país en el que concentraré mi trabajo, mi interés, mi simpatía y mi amor», dijo.
Flores comenta que cuando Katz llegó al País había un ánimo de revisión de la historia reciente.
«Es un momento en el cual se está revalorando la historia de México, se está discutiendo si entra o no su nombre (el de Villa) a la Cámara de Diputados», señala.
Durante su estancia en el País, Katz estudió en el Liceo Franco-Mexicano, en donde, irónicamente no le enseñaron historia de México. Eso avivaría su interés por descubrir qué había detrás de esa nueva sociedad a la que había llegado.
«Mi pasión por la historia de México tiene muchas raíces. Una es la gratitud porque este país me salvó la vida y otra es porque siendo víctima de la Historia, es natural que uno se pregunte por qué», confesó en entrevista.
Tras cursar la universidad en Nueva York, Katz regresó al País en 1948, para entrar en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, en donde estudió el México precolombino.
Nunca más dejaría la historia mexicana de lado.
En 1982 salió a la luz su primer libro sobre la Revolución Mexicana, La Guerra Secreta en México, una etapa que le causaba gran fascinación.
Katz ahora está también insertado en la historia nacional gracias a su amor por mostrarles a los mexicanos una visión distinta de su propia Revolución.
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