. . Gioconda Belli Barcelona: Belacqua. 2010.
“El problema para mí no es lo que se piensa de las mujeres, sino lo que nosotras hemos aceptado pensar de nosotras mismas. Nos hemos dejado culpabilizar por ser mujeres, hemos dejado que nos convenzan de que nuestras mejores cualidades son una debilidad. Lo que tenemos que hacer es demostrar cómo esa manera de ser y actuar femenina puede cambiar no solo este país, sino el mundo entero”.
Viviana Sansón, presidenta de Faguas
¿Qué sucedería si en un país las mujeres llegaran a ejercer todos los ámbitos del poder?
¿Mejoraría la sociedad y habría mayor conciencia ciudadana?
¿Permitirían los hombres, acostumbrados a mandar y gobernar, que la presidencia, los ministerios, la policía y el ejército estuvieran en manos femeninas?
¿Que los delitos sexuales fueran castigados ejemplarmente en las plazas públicas?
¿Que la educación tenga como objetivos el contento de los docentes así como la responsabilidad compartida sobre la maternidad y las labores hogareñas?
¿ Que el objetivo del régimen sea la felicidad de los gobernados?
El país de las mujeres, novela de Gioconda Belli, ganó en el 2010 el premio hispanoamericano de novela “La Otra Orilla” del Grupo Editorial Norma gracias al “humorismo de su sátira política, la notable inventiva de la trama y la destreza de la autora para mantener la atención narrativa”, además de que: “en el panorama de la novela política latinoamericana ampliamente dominado por figuras masculinas, esta novela es una divertida e inesperada provocación”[1].
La historia sucede en Faguas, imaginario país latinoamericano, en el que las militantes del PIE (Partido de la Izquierda Erótica) “cansadas de pagar los platos rotos de tanto gobierno inepto, corrupto, manipulador” llegan al poder prometiendo limpiar al país, “barrerlo, lampacearlo, sacudirlo y lavarle el lodo hasta que brille en todo su esplendor” aspirando establecer una sociedad igualitaria “enriquecedora para hombres y mujeres”.
Con Viviana Sansón como presidenta, ministras y asesoras nacionales e internacionales y reemplazando los puestos habitualmente masculinos con mujeres militares y jóvenes policías, el país inicia un proceso de transformación. La teoría política de la gobernante establece que “ya hay mujeres presidentas. Eso no es novedad. Lo que no hay es un poder femenino. ¿Cuál sería la diferencia? Yo imagino un partido que proponga darle al país lo que una madre al hijo, cuidarlo como una mujer cuida su casa; un partido “maternal” que blanda las cualidades femeninas con que nos descalifican, como talentos necesarios para hacerse cargo de un país maltratado como este. En vez de tratar de demostrar que somos tan “hombres” como cualquier macho y por eso aptas para gobernar, hacer énfasis en lo femenino, eso que normalmente ocultan, como si fuera una falla, las mujeres que aspiran al poder: la sensibilidad, la emotividad. Si hay algo que necesita este país es quién lo arrulle, quién lo mime, quién lo trate bien”.
A través de diversas políticas el estado “ginocrático” pretende que los ciudadanos se conviertan en “cui-dadanos” cuya responsabilidad sea el cuidado de la Patria a través del empoderamiento de sus mujeres, el combate a la corrupción y la impunidad, el respeto a la inviolable libertad de mujeres y hombres, el fin de cualquier forma de discriminación, la transformación del lenguaje del odio y vocabulario denigrante para la mujer y la diversidad sexual, la educación igualitaria y una vida cotidiana en la que hombres y mujeres compartan el cuidado de los hijos y del hogar, del barrio y del país: es decir, encargados de “lavarlo y plancharlo”.
Los programas educativos tendrían como metas el contento de los educandos, la alfabetización obligatoria para mujeres analfabetas, talleres de “respeto y poder” para parejas víctimas de la violencia domestica y la carrera universitaria de Maternidad para hombres y mujeres.
De esta manera se alcanzaría el objetivo gubernamental del felicismo, “la felicidad per cápita como eje del desarrollo. Medir la prosperidad no en plata sino en cuánto más tiempo, cuánto más cómoda, segura y feliz vive la gente”. Alcanzando la felicidad, hombres y mujeres en plena libertad pueden “escoger y tener la oportunidad de utilizar la máximo sus capacidades innatas y adquiridas en beneficio propio y de la sociedad”.
Por supuesto que no todos los hombres estarán dispuestos a ceder sus cotos de poder y buscarán la manera de deshacerse de las mujeres gobernantes y el nuevo estilo de hacer política.
Y aunque sea una obra de ficción, El país de las mujeres es un buen ejercicio de la imaginación. ¿Qué tal que fuera posible?
[1] Carlos F. Chamorro. La ultima novela premiada de Gioconda Belli, El país de las mujeres. En ElNuevoDiario.com.ni [19 de septiembre de 2010] <http://www.elnuevodiario.com.ni/especiales/83776>