Semana conmemorativa en el Museo Metropolitano de Monterrey.
Exposiciones, conferencias, documentales, películas.
Del 28 de abril al 4 de mayo.
Semana conmemorativa en el Museo Metropolitano de Monterrey.
Exposiciones, conferencias, documentales, películas.
Del 28 de abril al 4 de mayo.
Ana Portnoy
El Norte, Monterrey N.L., 15 de abril 2014, Sección Vida pág. 15
Desde 1944 las comunidades israelitas recuerdan a las víctimas del Holocausto el 27 del mes hebreo Nisán -28 de abril de este año- fecha en que, un año antes, los judíos del ghetto de Varsovia se levantaron contra los nazis ante el destino que les esperaba en los campos de exterminio.
Ejemplo máximo de estigmatización, prejuicio, intolerancia y racismo, en 2005 la ONU estableció su conmemoración y enseñanza mundial en la fecha en que el ejército soviético liberó Auschwitz: 27 de enero de 1945.
¿Cómo fue posible que la patria de filósofos, científicos, músicos y poetas llegara a nociones de superioridad racial y política de exterminio que condujeron a la muerte no sólo de 6 millones de judíos (de éstos 1,500,000 niños), sino también de 200,000 discapacitados alemanes, Testigos de Jehová, homosexuales, comunistas, sacerdotes católicos y pastores protestantes?
En plena era del imperialismo cuando las potencias europeas establecieron su predominio en África y Asia surgió la doctrina racial. Del mundo natural las teorías se aplicaron a la sociedad y nociones de superioridad de la raza del trigo, selección natural, sobrevivencia del más apto y principios eugenésicos explicaron porqué unas naciones eran más desarrolladas y otras más atrasadas. El darwinismo social justificó la superioridad de individuos y sociedades sobre otros a quienes se podía -y debía- dominar, justificando así la discriminación y el sojuzgamiento.
La seudo-ciencia racial permeó inclusive en el México porfiriano que tuvo una política de puertas abiertas a la inmigración blanca para promover el progreso material y un nuevo mestizaje con el que se superaría el atraso atribuido a la población indígena.
Tras la Revolución hubo una matanza de orientales en el país al considerarlos factores de atraso y depravación, una página negra de nuestra historia. En esos años hubo iniciativas legislativas de atraer inmigrantes europeos para la reconstrucción económica y para “mejorar la raza”.
En Estados Unidos, cuando la población negra cobró su libertad surgió el Ku Klux Klan -xenófobo, homofóbico, antisemita, racista y anticomunista- que promueve la supremacía de la raza blanca y justifica la violencia, hoy bajo otros nombres -Klan Imperial y Partido de los Caballeros-.
A pesar de las lecciones de la historia el prejuicio y la discriminación persisten hasta hoy. ¿Cómo se pueden superar? Sólo una educación para la paz basada en el respeto al Otro, la defensa de los derechos humanos y la práctica de valores democráticos permitirá una sociedad plural que garantice los mismos derechos para todos.
Su investigación no solo es importante porque aporta la única prueba tangible de que Treblinka no es un mito, sino por los medios empleados para dar con ella. Durante seis años, explicaba ayer a EL PAÍS la doctora, se hicieron mapas computarizados y fotografías aéreas, se usaron sofisticados GPS y georradares, incluso un escaneo láser —denominado Lidar—, todo para hallar muestras de que había tierra removida y algún indicio de obra pasada. Es un proceso que, en la base, se asemeja al empleado en España para buscar algunas fosas de la Guerra Civil, incluyendo la del poeta y dramaturgo Federico García Lorca en Granada.
Aunque los nazis hicieron un buen trabajo escondiendo el campo, ocultándolo en una inocente zona de labranza a base de tirar los muros, rellenar los huecos y nivelar el suelo, los expertos lograron detectar tres zonas, bastante distantes entre sí, en las que comenzaron a cavar y encontraron los primeros huesos humanos, muchos en un nivel muy superficial y con extraños cortes. Aún no está claro el número de cuerpos localizados.
Luego vinieron los cimientos, oquedades tapadas a conciencia con todo tipo de materiales que fueron la base de las cámaras de gas. Y también el descubrimiento más macabro: unas losas de cerámica, finas, entre rojizas y mostaza, con la estrella de David en relieve. Muchos supervivientes habían hablado ya de esos dibujos, como se ve en sus relatos en el Museo Yad Yashem de Jerusalén: la cámara de gas, contaban, estaba disfrazada de mikvé, el baño ritual judío, por lo que los hombres y mujeres que llegaban a Treblinka pensaban que iban sencillamente a lavarse. El símbolo sagrado del judaísmo en la fachada de ese edificio al que los arrastraban les hacía sentirse seguros, confiados… y engañados hasta el último momento. Así durante los 24 meses que funcionó el campo, entre 1942 y 1943.
La estrella de David grabada en una loseta: uno de los numerosos restos hallados en Treblinka (Polonia).
Gracias a las excavaciones, se ha podido diseñar además un mapa del recinto, desde la vía de tren a la que llegaban los judíos y gitanos —a los que se prometía que Treblinka solo era una zona de paso, antes de ser deportados al Este, como recuerda el profesor Gideon Greif— hasta las dos cámaras de las que hay restos, una con capacidad para 600 personas y otra para 5.000, y el pasillo al aire libre por el que los llevaban. Hay testimonios, no obstante, que hablaban de hasta una decena de cámaras repartidas por la zona. En 60 minutos, los vivos pasaban del tren a la desnudez y a la muerte, según indican los arqueólogos en el documental Treblinka: la máquina de matar de Hitler, emitido por el Smithsonian Channel, donde se ha dado a conocer este descubrimiento y que incluye una recreación del espacio.
La profesora Sturdy Colls explica que su mayor afán era el de ser respetuosa con la zona, convertida en lugar de homenaje a las víctimas tras la Segunda Guerra Mundial y donde se habían vetado las excavaciones, por respeto.
Vía correo electrónico, Sturdy Colls sostiene que convenció a los responsables del museo e incluso al Gran Rabinato de Polonia de que su técnica no invasiva iba a respetar a los muertos y, a la vez, a dar respuestas a los vivos. “La primera vez que fui allí me quedó claro que había una abundancia de evidencias que habían sobrevivido en el terreno y probaban que Treblinka fue un campo de exterminio, no de paso. Ser capaz de confirmarlo ha sido un honor para mí. Había que hacerlo para que aprendan las generaciones futuras”, indica la doctora, especializada en usar sus conocimientos forenses con fines históricos, más allá de sus clases universitarias y de sus colaboraciones con la Policía británica. La zona, remarca, ha quedado luego tal y como la encontraron, con los monolitos de piedra que recuerdan a las innumerables víctimas.
Su técnica, abunda, abre “nuevas posibilidades para el examen del Holocausto o de otros sitios de conflicto”, por lo que planea continuar indagando en otros escenarios. Ya lo ha hecho, usando estos mismos medios, en Staro Sajmiste (Belgrado) y en las islas del Canal del Reino Unido, con resultados positivos. Pero Treblinka es diferente, “especial”, por lo que supone para las víctimas, que ahora pueden enseñar al mundo las piedras que vieron y tocaron. Para dar a conocer los descubrimientos y los métodos empleados, se preparan ya una exposición y un libro con la tarea del equipo de Staffordshire.