Los rostros de Madero.
Félix Barrón
El Norte, Monterrey, N.L., 22 de febrero 2013. Sección Vida pág. 19.
Hoy, a 100 años de su muerte, expertos reconocen al liberal y espiritista como el demócrata más distinguido de la historia de México.
Fue en San Pedro de las Colonias, un pequeño poblado de Coahuila, donde Francisco I. Madero escribió en diciembre de 1908 La Sucesión Presidencial en 1910, libro plagado de ideas democráticas que impulsó la Revolución y el fin de la dictadura porfiriana.
Hoy se cumplen 100 años de la muerte, el 22 de febrero de 1913, del llamado Apóstol de la Democracia.
Asesinado al final de la Decena Trágica, como se le conoce al golpe de Estado que derrumbó su breve gobierno iniciado en 1911, Madero fue el demócrata más distinguido que ha tenido la historia de México, señalan especialistas.
Recordarlo sólo por el trágico episodio de su muerte sería impreciso, aseguran, ya que fue un personaje de múltiples facetas: liberal, masón, espiritista, católico, vegetariano y hasta mercadólogo, pero sobre todo un ciudadano que luchó por el bien del País.
LAS FACETAS DE MADERO
Francisco Ignacio Madero González nació en Parras, Coahuila, el 30 de octubre de 1873. De familia acaudalada, tuvo 13 hermanos, de los cuales Gustavo lo acompañó en la lucha democrática.
En su juventud estudió en Estados Unidos y en Francia.
«Fue un personaje que podemos conocer a fondo a través de su profunda correspondencia epistolar. Escribió desde muy pequeño, era un niño tímido, introspectivo», expresa el escritor Manuel Guerra, autor de Los Madero. La Saga Liberal.
El Prócer de la Democracia, como también es conocido, tenía una profunda vocación espiritual, una de sus facetas más debatidas.
Su actividad de médium escribiente está documentada en textos dictados por espíritus, supuestamente de su hermano Raúl, fallecido de niño, y de José, personaje no identificado, indica Guerra.
Sin embargo, no se puede considerar que fue esa comunicación espiritista el detonante de su lucha.
«Lo liberal lo traía de la vieja Europa y de Estados Unidos», aclara.
«Los espíritus digamos que a través de un acto de autoconciencia efectivamente le iban diciendo cómo hacer La Sucesión Presidencial, pero no fanáticamente como se ha dicho», indica.
«Le gustaba lo que tenía que ver con el espiritualismo, pero no es la justificación histórica para que Madero se haya levantado en armas», dice.
Josefina Mac Gregor, investigadora del Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, coincide.
«La gente busca un solo enfoque, la idea de que era espiritista, pero era un hombre complejo, abierto, con muchas posiciones. Fuera de su tiempo, tratando de incorporar pensamientos de otras partes. Además era vegetariano, masón, católico y liberal», señala Mac Gregor.
Madero también fue un gran mercadólogo, al utilizar medios de la época, como el telégrafo y los ferrocarriles, y fue el primero en crear un jingle (anuncio cantado) propagandístico, añade Guerra.
«Era además un versado en la homeopatía y un gran altruista».
PROPUESTA DE LIBERTAD
La propuesta democratizadora de Madero es un modelo a seguir.
«Es muy importante, de respeto y apego a la ley», indica Mac Gregor.
Como parte de su propuesta, en 1909, Madero funda el Partido Nacional Antirreeleccionista, y en 1910 lanza el Plan de San Luis, un llamado a las armas que terminó con el mandato de Díaz en 1911, año en que Madero toma la Presidencia.
«Fue el primero en la historia en atreverse a luchar contra la dictadura, con sus fondos y yendo en contra de su propia familia. Madero es el demócrata más distinguido que haya tenido nuestra historia», menciona Guerra.
Aunque al principio se le consideró como un ingenuo, el tiempo le ha dado la razón, señaló la directora del Archivo General de la Nación, Aurora Gómez Galvarriato, en un artículo publicado ayer en el periódico Reforma.
«A la luz de esta nueva época, resulta un personaje mucho más atractivo, porque defiende la libertad de prensa, la democracia, el imperio de la ley.
«Este nuevo vistazo a su vida nos hace dar cuenta de que tenemos que defender el IFE, el IFAI, logros que han tomado mucho tiempo», comento Gómez Galvarriato.
Su movimiento de libertad, menciona el historiador local Carlos González, logró despertar las conciencias de los mexicanos.
«Provocó que se hicieran cambios, sobre todo en la sociedad desprotegida. Ha sido un proceso lento que no ha terminado», considera González.
El también presidente del Colegio de Cronistas e Historiadores de Nuevo León Israel Cavazos Garza dará hoy un discurso en la conmemoración del centenario de Madero en la estatua ubicada en la Calle Zaragoza, a las 9:00 horas.
También, como parte del aniversario, abre hoy en el AGN, en la Ciudad de México, la muestra «Un siglo sin Madero» con 200 documentos, cartas y fotografías, entre ellos el expediente judicial de su muerte, suceso del cual no existen imágenes debido a la «censura» que impuso Victoriano Huerta, quien lo traicionó por el poder.
«Hay que ver a Madero con todas sus virtudes y sus errores, pero cuando se observan ambos, te darás cuenta que la democracia no depende de un partido, ni de un Presidente, ni de un caudillo y tampoco es ir las urnas. La democracia depende de todos los mexicanos, todos los días, en los detalles más sencillos», expresa Guerra.
Cómo se pierden las democracias
Enrique Krauze
El Norte, Monterrey N.L., 17 de febrero 2013. Pág.
Desde los griegos hasta nuestro tiempo las democracias se pierden por dos vías sucesivas: la demagogia y la fuerza. Los latinoamericanos tenemos muy presente cómo operan los golpes de Estado, pero entendemos menos el efecto disolutivo que tiene la corrupción de la palabra (la mentira, la propaganda, el discurso del odio, la demagogia) en la vida ciudadana
En muchos casos, el poder de la palabra es más letal que el de las armas.La demagogia mató a la democracia en las ciudades griegas y preparó el derrumbe de la República de Weimar. Y en México, hace exactamente 100 años, el discurso del escarnio, esparcido por un sector influyente de la prensa, desalentó y desorientó al ciudadano, y creó el escenario del magnicidio.
El 22 de febrero de 1913, muchos mexicanos presenciaron con pasividad el cobarde asesinato de Francisco I. Madero, presidente electo 15 meses antes por el voto popular. Los responsables individuales tienen nombre y apellido: el Embajador yanqui que tramó el golpe (Henry Lane Wilson); los Generales Victoriano Huerta, Félix Díaz, Bernardo Reyes, Manuel Mondragón, Aureliano Blanquet; los empresarios Íñigo Noriega e Ignacio de la Torre (entre otros).
Los responsables colectivos también son conocidos: la aristocracia porfirista; los Senadores (con la excepción de Belisario Domínguez); buena parte de los Diputados (con excepción del «Bloque Renovador», incluido Serapio Rendón); el Poder Judicial (que el mismo 22 de febrero ofreció al usurpador «sus sinceras congratulaciones»); casi todos los Gobernadores (a excepción de Carranza, Maytorena y Pesqueira, que se levantaron contra Huerta).
Indirectamente también, los caudillos revolucionarios que permanecían alzados en armas (en particular Emiliano Zapata) contribuyeron a la tragedia. Es cierto que Madero no hubiera consentido en un reparto inmediato de la tierra, pero su Gobierno estudiaba seriamente una reforma agraria. La Iglesia jugó un papel ambiguo con el Presidente que había sacado al Partido Católico del ostracismo. Y, salvo honrosas excepciones (Vasconcelos, señaladamente), los intelectuales se integraron al Gabinete de Huerta.
Pero las cosas no hubieran llegado a ese extremo sin el papel corrosivo de la prensa. Hace 100 años, cuando no existían los medios electrónicos, la prensa era el único vehículo de discusión pública. La gente se orientaba por los dichos, las opiniones y las imágenes de la prensa. Y esa prensa, que a todo lo largo del régimen porfiriano había sufrido el acoso sistemático a la libertad de expresión, «mordía la mano de quien le quitó el bozal» (la frase terrible fue de Gustavo A. Madero).
Pocas veces se ha vejado a un Presidente como en tiempos de Madero. Algunos de los más célebres caricaturistas (como el «Chango» García Cabral y hasta nuestro inmenso José Clemente Orozco) contribuyeron al festín. La situación fue tan extrema que el 23 de enero de 1913 el Bloque Liberal Renovador envió a Madero un «Memorial» en el que le sugería limitar la libertad de expresión:
“La prensa lleva a cabo su obra pérfida, antidemocrática y liberticida, a vista y paciencia del gobierno de la Revolución. El gobierno se ha cruzado de brazos… El gobierno, en nombre de la Ley, pero faltando a ella, se deja escarnecer, se deja befar, se deja afrentar… Hay tribunales de la Federación y en los Estados, hay Códigos Penales, hay Ministerio de justicia. Y a vista y paciencia de todos esos funcionarios, guardianes de la Ley, todos los días, a todas horas, en todas partes, en toda la República, se alza un coro de dicterios, de oprobios, de denuestos, de ultrajes, de desprecios, de gritos de subversión, de clamores de rebeldía, y el pueblo, y todas las clases sociales, reciben ya, alentados por una impunidad suicida, con aquiescencia, hasta con júbilo, todo lo que se dice en forma injuriante y despectiva contra el gobierno de la Legalidad».
La «Memorial» sugería «suprimir, por los medios legales… la prensa de escándalo». Con ello «el gobierno sería respetado y temido, se haría la paz en los espíritus y la pacificación del país se aceleraría considerablemente». Pero Madero se rehusó a limitar la libertad de expresión. Así como había instaurado por primera vez en México la libertad sindical, se proponía respetar todas las libertades. Madero entendía bien el peligro de muerte que corría, y lo enfrentó como un héroe antiguo, con estoicismo republicano. En septiembre de 1912 dijo:
«Si un gobierno tal como el mío… no es capaz de durar en México… deberíamos deducir que el pueblo mexicano no está preparado para la democracia y que necesitamos un nuevo dictador…».
Tenía razón. Casi toda la prensa justificó y festejó el asesinato. Y México tardó más de 80 años en reabrir la alternativa democrática.
Las lecciones de aquel episodio son claras y vigentes: para preservar la democracia debemos cuidar la palabra pública. La democracia no es sólo cuestión de votos, sino de convivencia civilizada, y esa convivencia se finca en el respeto a la palabra.
Todo aquel que tiene voz pública (el político, el periodista, el comunicador, el intelectual) debe saber que sus palabras nunca son impunes porque se traducen en los hechos. Las palabras torcidas (la mentira, la distorsión, la descalificación, el denuesto) conducen a la alienación colectiva, a la irrealidad, al cinismo, a la incredulidad. Y las palabras de odio, tarde o temprano, terminan por desembocar en la violencia. Si no podemos (sabemos, queremos) usar la palabra apelando a la razón, los mexicanos «deberemos deducir» nuestra impreparación para la democracia.
Madero Muerto
Sergio Sarmiento
El Norte, Monterrey, N.L., 22 de febrero 2013. Primera sección, pág. 6
“Como político he cometido dos graves errores que son los que han causado mi caída: haber querido contentar a todos y no haber sabido confiar en mis verdaderos amigos».
Francisco Madero
Hoy hace 100 años murió el Presidente Francisco Ygnacio Madero. Fue asesinado, junto con el Vicepresidente José María Pino Suárez, a un lado del Palacio de Lecumberri, presumiblemente por órdenes del golpista Victoriano Huerta.
Mucho se ha contado la traición de personajes como Bernardo Reyes, Félix Díaz y el Embajador estadounidense Henry Lane Wilson. Pero el debilitamiento del Gobierno de Madero, el cual facilitó y justificó el golpe en su contra, se debió también al acoso de unos periódicos que «muerden la mano que les quitó el bozal» (Gustavo A. Madero) y a las revueltas de Emiliano Zapata y otros, revolucionarios y porfiristas. Las propias indecisiones de Madero pesaron también de manera decisiva en el desenlace trágico de su Gobierno.
Madero derrocó a Porfirio Díaz con una revolución rápida e incruenta. Después de algunas escaramuzas, las tropas de Pascual Orozco y Pancho Villa tomaron con facilidad Ciudad Juárez el 10 de mayo de 1911 a pesar de que el propio Madero se había resistido a esta acción. Porfirio Díaz renunció el 25 de mayo no porque estuviera derrotado, sino porque no quiso ser pretexto para una guerra. Durante un breve interinato, Madero fue electo Presidente de México el 15 de octubre de 1911. Obtuvo el 99.7 de apoyo en un sistema de votación indirecta y restringida en el que sufragaron 20 mil 145 ciudadanos de una población de más de 15 millones.
Madero fue uno de los Presidentes más jóvenes de México. Asumió el poder a los 38 años, el 6 de noviembre de 1911, y lo ejerció solamente 15 meses. Cuando lo mataron, el 22 de febrero de 1913, tenía 39 años.
El Gobierno de Madero nunca contó con tranquilidad. El General Bernardo Reyes proclamó su Plan de la Soledad (por Soledad, Tamaulipas) el 16 de noviembre de 1911. Emiliano Zapata lanzó su Plan de Ayala el 25 de noviembre y desconoció a Madero como Presidente. Pascual Orozco se levantó el 25 de marzo de 1912 con el llamado Plan de la Empacadora. Félix Díaz, General Brigadier en retiro y sobrino de Porfirio Díaz, inició una revuelta el 16 de octubre de 1912.
Las duras críticas e hirientes caricaturas que la prensa le dirigía a Madero, a quien consideraban débil y extraño (era espiritista), abonaron el terreno para la Decena Trágica. Ésta empezó el 9 de febrero de 1913 y llevó a la captura de Madero el 18 de febrero, a su renuncia forzada y a su asesinato. Hoy Madero es el «mártir de la democracia», pero en febrero de 1913 era al parecer un Presidente impopular.
El golpe contra Madero llevó a Victoriano Huerta a la Presidencia, pero los demonios ya estaban sueltos. Una nueva revolución surgió en su contra. Ésta sí fue sangrienta y prolongada y destruyó buena parte de la economía del País. Se dice que un millón de personas murieron en esta segunda revolución, aunque la enorme mayoría falleció por enfermedad y en especial por una pandemia de gripe española (influenza A H1N1) que mató a entre 50 y 100 millones de personas en el mundo.
La Presidencia de Madero fue tan breve, y tan concentrada en combatir revueltas, que es difícil juzgarla. No sabemos realmente qué tan buen o mal gobernante habría sido. Lo que sabemos es que trató de ser conciliador en un tiempo de intolerancias.
Sonia Sierra. Abusos de la caricatura en la Decena Trágica y la Revolución. El Universal.mx Sección Cultura, 11 de febrero de 2013