Ana Portnoy
El Norte, Monterrey N.L., a 27 de noviembre 2015. Sección Vida, edición virtual <http://www.elnorte.com/aplicaciones/editoriales/editorial.aspx?id=76668>
Durante siglos el fanatismo religioso ha generado una violencia difícil de entender cuando se lleva a cabo en nombre de un Dios de paz y amor que es concebido creador de todos los hombres a su imagen y semejanza. Aduciendo que sus creencias son superiores a las de sus congéneres los fanáticos justifican guerras, asesinatos y masacres bajo el principio de conversión o muerte.
En Roma la intolerancia se manifestó en el siglo III en las persecuciones en contra de los fieles cristianos acusados de traición al Estado por no reconocer al emperador como un dios vivo. Torturados, arrojados a las fieras o asesinados, el calendario gregoriano recuerda a los mártires de la fe.
Sin embargo, a partir del siglo V con el cristianismo como la única religión permitida en el imperio, la intolerancia se volcó contra las Iglesias que divergían del canon oficial (arrianos, nestorianos, monofisistas), combatidos no sólo en concilios y a través de la excomunión, sino también con las armas, al igual que contra los paganos que aún rendían culto a sus antiguos dioses.
En la Edad Media los cruzados que pretendieron recuperar Tierra Santa 456 años después de la conquista islámica masacraron no solo a musulmanes y judíos, sino también a cristianos bizantinos. En ese tiempo la Inquisición persiguió, torturó y ejecutó a aquellos considerados herejes, ya fueran los valdenses o los cátaros del sur de Francia en el siglo XII o los conversos judaizantes en España y en Hispanoamérica a partir del siglo XV. No importó que todos, victimarios y víctimas, adoraran al mismo Dios.
La Reforma y la Contrarreforma llevaron a guerras de religión en Europa en los siglos XVI y XVII. Alemania, Francia y los Países Bajos fueron escenario de masacres entre protestantes y católicos. A su vez, en el mundo islámico la violencia caracteriza la confrontación entre sunnitas y chiitas que desconocen la legitimidad de la corriente antagónica.
Y aunque nos parezca increíble, en Myanmar existe un grupo terrorista budista, denominado 969 –por el número de atributos y enseñanzas de Buda-, que centra sus ataques en la minoría musulmana del país.
Los atentados terroristas justificados en nombre de Dios y la reacción que han provocado ya han teñido de sangre a este siglo XXI que apenas lleva 15 años. Por los horrores que la humanidad es capaz de cometer contra sí misma somos la especie más peligrosa del planeta
¿Es el hombre el lobo del hombre?
Como siempre, tu artículo es interesante y enriquecedor en datos históricos, algunos ya olvidados. Deseamos no regresar a la época oscura de la historia pero la memoria humana es corta y lamentablemente falla.
Tamara, gracias por tu comentario.
No hemos aprendido las lecciones de la historia!
Un abrazo
Aunque un poco tarde, pero felicito a la profesora Ana Portnoy. Cuando dices que «el fanatismo religioso ha generado una violencia difícil de entender», me viene a la memoria el pasaje del profeta Jeremías cuando dice que engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso, y que sólo Dios lo conoce. Hobbes tenía razón. Hoy los lobos acechan detrás del covid-19.
Deambulo en los pasillos del pensamiento , escogiendo un título para un artículo sobre historia de la iglesia. Gracias por ese magnífico aporte. Me encuentro en el texto haciendo alusión a los fanatismos.
Jorge, muchas gracias por su comentario. Me gustaría leer su artículo.
Un saludo cordial
Felicidades muy buenas lecturas y reflexiones .