Ana Portnoy
El Norte, Monterrey, N.L., martes 13 de mayo 2014. Sección Vida pág. 11.
La historia de la humanidad tiene un antes y un después del inicio de la escritura.
Prehistoria es el tiempo desde la aparición del homo sapiens hasta que surgieron los primeros registros grabados en piedra, pintados en cortezas de árbol o pieles de animales o inscritos con cuñas en tablillas de barro y que lentamente condujeron al desarrollo de distintos alfabetos o sistemas de grafía.
A partir de ese momento inició la historia.
¿Por qué surgió la necesidad de registrar y preservar información?
Para el hombre primitivo, la sobrevivencia en un medio hostil implicó la necesidad de compartir conocimientos. Cómo cazar, qué recolectar, cómo hacer herramientas y de qué forma agradar a las fuerzas de la naturaleza se transmitían oralmente de generación en generación.
Alrededor del décimo milenio inició la vida sedentaria surgiendo sociedades estratificadas en las que los conocimientos se incrementaron.
Los primeros textos datan del tercer milenio a.C. y tratan sobre cuántos productos se almacenaban y cuántos se entregaban como tributo al Estado. Después empezaron a registrarse acontecimientos trascendentes: guerras y triunfos militares, logros de los gobernantes, ritos y plegarias a los dioses.
En el segundo milenio ya se escribieron códigos que reglamentaron la vida en sociedad, relatos mitológicos, tratados médicos y observaciones astronómicas.
Por la escritura podemos conocer las cosmovisiones de las antiguas civilizaciones y sus avances científicos, su literatura y sus relaciones con otros pueblos.
Testimonios de tiempos pasados quedan desde los petroglifos hasta las obras literarias clásicas.
Con la imprenta a partir del siglo 15, la reproducción de textos e imágenes se popularizó y abarató. Los libros estuvieron al alcance de un gran número de lectores y las noticias empezaron a publicarse en diarios.
Desde hace 20 años, la revolución digital ha democratizado el acceso a la información en tiempo real.
Sin embargo, la palabra escrita, inclusive en la red, también ha sido combatida.
El fanatismo religioso destruyó la Biblioteca de Alejandría y los acervos mayas, y la difusión de ideas liberales y avances científicos fue condenada a través de índices de libros prohibidos.
En nuestra época, regímenes autoritarios han censurado y restringido textos, hoy también a los medios electrónicos, considerados peligrosos por sus posibilidades de reflexión y crítica, y de revolución, como sucedió en la Primavera Árabe.
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