Ana Portnoy
El Norte, Monterrey N.L., a agosto 2015. Sección Vida, Pág.
A las 8:15 am del 6 de agosto de 1945 la primera bomba atómica estalló sobre Hiroshima. Al instante miles de sus ciudadanos murieron. Los sobrevivientes sufrieron traumas físicos y mentales perdurables por años.
Tras la rendición de Alemania tres meses antes proseguía la guerra contra Japón. Su alto mando resistía el embate norteamericano sacrificando a sus pilotos en ataques suicidas y utilizando a estudiantes de educación media como obreros en fábricas de armamento.
Desde 1942 el gobierno americano inició secretamente el proyecto Manhattan sobre fisión nuclear. En julio de 1945 las pruebas en el desierto de Nuevo México fueron exitosas por lo que sin dar a conocer qué tipo de arma se había desarrollado, el presidente Truman amenazó con utilizarla contra Japón. El emperador Hiroito y sus generales no se amedrentaron.
La bomba de Hiroshima contuvo 1 kilo de Uranio 235, el isótopo capaz de provocar una reacción nuclear. A 9,600 mts de altura sobre la ciudad el bombardero “Enola Gray” arrojó la bomba. 43 segundos después y a 600 mts sobre la ciudad ésta explotó liberando energía equivalente a 16 kilotons de dinamita. En 1/10,000 de segundo la bola de fuego alcanzó un diámetro de 28 mts y 300,000 grados celsios. Diez veces más brillante que el sol, emitió calor y radiación que se expandieron en todas direcciones. 80,000 personas murieron de inmediato en tanto que las construcciones, aún las de concreto, se desmoronaron. 30 minutos después la ciudad empezó a arder.
En diciembre de 1945 se calculó que de 350,000 habitantes había muerto una tercera parte. Un año después las víctimas ascendían a 240,000. La radiación afectó a muchos sobrevivientes que desarrollaron leucemia y cáncer. Los estudios sobre el impacto genético continúan hasta la fecha.
Tras el ataque a Hiroshima, Estados Unidos esperaba la rendición inmediata del alto mando japonés que a pesar de la devastación decidió mantener las hostilidades, sin imaginar que habría un segundo ataque nuclear.
El 9 de agosto una bomba de plutonio, con capacidad de liberar 6,000 kilotons de TNT más que la de uranio, cayó en las afueras de Nagasaki muriendo instantáneamente 40,000 personas. 6 días después Japón se rindió.
Tras la catástrofe arraigó en Hiroshima la convicción de que el hombre no puede convivir con las armas nucleares. La ciudad y su Museo Conmemorativo de la Paz promueven su eliminación así como la construcción de una comunidad mundial pacífica.
Sin embargo, el peligro persiste. India y Pakistán se amenazan con utilizarlas, Irán desarrolla un programa atómico controversial, Corea del Norte hace pruebas nucleares que provocan crisis internacionales y se teme que lleguen al poder de terroristas.
¿Acaso no aprendimos la lección?