Ana Portnoy
El Norte, Monterrey N.L., 27 de febrero 2015. Sección Vida, pág. 12
Una álgida cuestión en la agenda mexicano-norteamericana es la migración ilegal. El fenómeno de los “mojados” inició en 1955 al revocarse los tratados que regularon el trabajo temporal de mexicanos. Estados Unidos ha intentado detenerlos, infructuosamente, con muros limítrofes, iniciativas de ley que los considera delincuentes y patrullas antiinmigrantes que armadas vigilan la frontera. Por ello las medidas para legalizar a 5 millones de indocumentados anunciadas por Barak Obama en noviembre, y obstruida por un juez federal de Texas este mes, pueden llegar a ser el principal ajuste a la política migratoria norteamericana en décadas.
Buscar mejores condiciones de vida es una constante en la historia de la humanidad: el hombre primitivo migraba tras los animales que cazaba, la necesidad de tierras cultivables llevó a oleadas de Asia a Europa en la Antigüedad y las riquezas americanas atrajeron a miles en los siglos XVI y XVII.
En el siglo XIX el desempleo y las convulsiones políticas llevaron a una masiva emigración europea a los países de Hemisferio occidental y a las colonias de ultramar. Tierra de promisión económica y de libertad individual, Estados Unidos atrajo a 35 millones entre 1842 y 1917.
Tras las guerras mundiales y el nacionalismo radical en el siglo XX millares de personas se vieron forzadas a buscar nuevos horizontes como sigue sucediendo hoy día en escenarios bélicos como la guerra civil siria o el avance del Estado Islámico-.
Sin embargo, el siglo XXI presencia un fenómeno a la inversa: los países desarrollados atraen a miles de migrantes que sin importar riesgos e ilegalidad y sujetos a maltrato, discriminación y explotación buscan mejores condiciones de vida. Miles de africanos saltan las mallas ciclónicas en Ceuta y Melilla y cruzan el Mediterráneo para pasar ilegalmente a Europa, Israel y Arabia Saudita; chinos llegan sin papeles a Rusia; vietnamitas a China; indonesios a Malasia; malayos a Singapur; filipinos a Taiwán; y de Bangla-Desh cientos llegan a India.
A su vez los países receptores enfrentan presión sobre sus modelos políticos, económicos y sociales al tiempo que los partidos xenófobos se radicalizan. Los atentados fundamentalistas islámicos contra las libertades ciudadanas de las democracias europeas –Francia y Dinamarca recientemente- agravan la confrontación sobre la inmigración.
Así, la migración ilegal no es un asunto reciente y limitado a las relaciones de México con Estados Unidos, es un fenómeno global generalizado y permanente que exige políticas y estrategias nacionales y supranacionales con nuevos enfoques de colaboración internacional que no se pueden ignorar.