Hoy es historia: La ley es rey

Ana Portnoy

El Norte, Monterrey N.L.   14 de febrero 2014. Sección  Vida  pág.  19.

En el pasado, los gobernantes fueron como dioses. Con poderes absolutos, sumo sacerdote y cabeza del gobierno a la vez, faraones, reyes y emperadores organizaron sus estados, impartieron justicia,  encabezaron ritos, comandaron ejércitos y promulgaron las leyes que rigieron  a sus sociedades, proclamando que éstas eran reveladas por los dioses. A Hammurabi se le representó  recibiéndolas del dios solar Shamash y en la tradición monoteísta Dios las dictó a Moisés en el Monte Sinaí.

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En el mundo antiguo, destacó por su excepcionalidad la democracia ateniense que dio derechos, voto y la oportunidad de participar en instancias del estado a los hombres, con condición que fuesen hijos de atenienses, mayores de 21 años y con recursos económicos. Aristóteles, en el siglo IV aC., consideró que la mejor forma de gobierno era la constitucional que garantizara a los ciudadanos igualdad ante la ley, con derechos y responsabilidades cívicas a favor del bien común.

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En Roma, para evitar la tiranía, el Senado tuvo amplias facultades políticas que fueron menguando conforme los emperadores afianzaron su poder  y, como en el antiguo Egipto, fueron divinizados. Con la cristianización del imperio la noción de Dominus Divus –Señor Divino- se transmutó al derecho divino de los reyes para gobernar. El Papa, al coronar al rey medieval, establecía la preeminencia y legitimidad del gobernante, quien, a su vez le debía fidelidad y obediencia.

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En el siglo XVIII, con el racionalismo y la Ilustración,  se desarrollaron los fundamentos teóricos del constitucionalismo a partir de las teorías sociales y políticas formuladas por Thomas Hobbes, John Locke, el Barón de Montesquieu y Juan Jacobo Rousseau quienes concedieron derechos a los ciudadanos y propusieron limitar el absolutismo de los reyes a través del imperio de la ley y la separación de poderes, como ya sucedía en Inglaterra con su modelo de monarquía parlamentaria.

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La primera constitución de la Modernidad fue la estadounidense promulgada en 1787, seguida por la Declaración francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789. Ambas garantizaron las libertades fundamentales del hombre, así como las de credo, de expresión, de reunión y de prensa, reflejando los ideales ilustrados de libertad individual y derechos naturales., expresando los ideales a los que debe aspirar cada sociedad

Éstas fueron los modelos para las constituciones de los países latinoamericanos una vez alcanzada su independencia.

Fuente imágenes:

The Sun and the Rosette.

Blog de cultura clásica.

Espadas, sables y cuchillos, Aceros de Hispania.

The Fourth Branch – Your Link To Congress.

27 de enero, “Día Internacional de Conmemoración anual en memoria de las víctimas del Holocausto”.

Ana Portnoy

La ONU estableció, en la 42 sesión plenaria  del 1 de noviembre de 2005 y a través de la resolución 60/7 que la recordación de una de las mayores atrociddes cometidas por el hombre en contra del hombre fuese en la fecha en la que el ejército soviético liberó Auschwitz. Al entrar al campo de concentración encontraron individuos famélicos que los nazis no habían tenido tiempo de liquidar en las cámaras de gas o en las llamadas “marchas de la muerte” que emprendieron una vez que tuvieron la certeza de su derrota en la Segunda Guerra Mundial.

 ¿Cómo llegó una de las naciones más desarrolladas del siglo XX, cuna de filósofos, científicos, músicos y poetas a nociones de superioridad racial y políticas de exterminio que condujeron a la muerte no solo de seis millones de judíos ( de éstos millón y medio de niños), sino también de discapacitados –incluyendo a miles de ciudadanos alemanes-, a Testigos de Jehová, homosexuales, comunistas, sacerdotes católicos y pastores protestantes? Entre el total de muertos de la guerra que se calculan entre 55 y 60 millones (casi un 2% de la población mundial del momento)[1], el número de no combatientes victimados  se establece entre 15 y 28 millones[2].

 La derrota bélica, el castigo del Tratado de Versalles con la cláusula responsabilizando a Alemania por la Gran Guerra, la búsqueda de culpables a la humillación recibida y las difíciles condiciones de vida permitieron que Hitler y su partido llegaran al poder en 1932 fincando un estado totalitario que buscaría la reivindicación a través del llamado “reino de los mil años”, el Tercer Reich.

La pseudo teoría racial que tradujo a la vida social los conceptos darwinistas de superioridad y supervivencia del más apto, así como el tradicional antisemitismo europeo, aunados al anticomunismo, la noción de superioridad de la raza aria capaz de sojuzgar y masacrar a otras consideradas inferiores y la justificación de que Europa era su espacio vital llevaron a Alemania, y al mundo, a la Segunda Guerra.

Con el paso de los decenios y conforme los sobrevivientes del exterminio -testigos y evidencia viva del horror- empezaron a morir, la corriente revisionista que reescribía la historia minimizando los horrores del genocidio llegó incluso a negar el Holocausto. En contra de esas versiones, para preservar del olvido y con el objetivo de que se concientice y eduque sobre los riesgos de  la violación a los derechos humanos y las personas asuman el compromiso por su defensa, se generaron, por un lado el proyecto Shoá[3] de Steven Spielberg quien después de filmar “La lista de Schindler” procuró, con apoyo de Yad Vashem –la institución israelí que salvaguarda las evidencias del Holocausto-, filmar los testimonios de los sobrevivientes así como el establecimiento por parte de la ONU del “Día Internacional de Conmemoración en memoria de las víctimas del Holocausto” con la iniciativa que su enseñanza sea incluida en los programas educativos de todos los países.

El abogado José Alejandro González Garza expresó la importancia de la memoria y la conmemoración[4]: “La indiferencia hace daño y puede llegar a matar. No podemos ignorar ni tolerar la violencia que vivimos porque “sólo se da entre criminales”. Tolerar el abuso, la corrupción y la violencia a cualquier nivel y de cualquier persona porque “a mí no me afecta”… es un camino largo y sinuoso a nuestra ruina. Todos vamos en el mismo barco… Conocer la Shoá nos recuerda que no basta que haya malos para que el mal triunfe, también se necesitan muchos buenos que no hagan nada”.


[1] Carlos Corral, catedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales, en colaboración con Antonio Alonso, profesor de la Universidad San Pablo-CEU de Madrid. «Ante el 70 aniversario del inicio de la II Guerra mundial, actitud de Santa Sede«.

[3] Holocausto en hebreo.

[4] “Nuestro Holocausto», El Norte, Monterrey N.L., 20 de abril 2013, pág. 8.

HOY ES HISTORIA / El eterno retorno.

El Norte, Monterrey, N.L., 9 de enero 2014. Sección Vida, pág. 7

El pasado marca costumbres, creencias y artes. Huella que estará presente en la columna mensual de la historiadora y académica Ana Portnoy.

Nuestro concepto del tiempo, pese a ser una secuencia de años desde un origen hacia un futuro, sea desde la Creación al Juicio Final o del Bing Bang a la extinción del Sol, contiene también una ancestral noción de un ciclo que se repite anualmente.

En todas las culturas, el inicio del año implicaba la repetición del ciclo vital: equinoccios y solsticios marcaban el paso de las estaciones cumpliendo toda la naturaleza el mismo destino: nacimiento, crecimiento, reproducción, muerte.

De esta forma, las actividades económicas, sociales y rituales tenían sus temporadas, sus dioses y sus fiestas propias.

Año tras año, el cambio era reconocido y predicho con exactitud gracias a observaciones astronómicas y uso de calendarios que marcaban el principio y el fin del ciclo: de la siembra y la cosecha a las noches largas que terminarían con el renacimiento de la vegetación.

Las religiones establecieron ritos y ceremonias para conmemorar ese eterno retorno, como lo denominara el filósofo e historiador Mircea Eliade.

Cada año, Hades tendría a Perséfone en el inframundo por seis meses en los que la tierra sería yerma, y después Deméter recuperaría a su hija para engalanar los campos con el verdor y frescura que trae consigo el verano y la opulencia de la recolección otoñal.

Así como la naturaleza, la vida del hombre pasa por cambios reconocibles y que implican rituales para marcar el fin de una etapa y el inicio de otra: nacimiento, iniciación como parte de un grupo, matrimonio y procreación, muerte y esperanza en la resurrección.

Desde el Paleolítico hasta hoy día, estos ritos han perdurado, puesto que bautizo, primera comunión, consagración matrimonial y extremaunción -manifestadas de distintas formas de acuerdo con cada religión- siguen siendo los rituales que conciben la vida humana como un ciclo celebrando simbólicamente el paso de una etapa a la siguiente.

En Occidente, el primer mes del año (enero, january, januar, janeiro) recuerda el nombre de Jano, el dios romano de los comienzos.

Con dos rostros, uno viendo al frente y otro atrás, conocía pasado y futuro, por lo que se le invocaba el día en que iniciaba el nuevo ciclo asegurando, si se cumplía con el ritual, un buen final.

Hombres y mujeres posmodernos aún cumplimos con el rito ancestral de conmemorar el inicio de un nuevo año, listos para festejar las fechas importantes de nuestro ciclo de vida con la esperanza de que nuestros buenos propósitos se conviertan, en este 2014, en una realidad.

La autora es historiadora y académica.

ana@gustoporlahistoria.com