Austerlitz

W.G. Sebald. Barcelona: Editorial Anagrama. 2002.

Recientemente tuve la oportunidad de escuchar al Sr. Peter Katz, sobreviviente del Holocausto, dar su testimonio. Él fue uno de los niños  del kindertransport, el transporte de menores de Alemania, Austria, Checoslovaquia y Polonia, ,  países que entre 1938 y 1939 habían sido anexados al Tercer Reich en 1938 con destino a Gran Bretaña. Este transporte fue la oportunidad de sacar a cerca de 10,000 niños judíos entre 8 y 17 años de sus países de origen, aunque sin sus padres, con salvoconductos nazis para que viajaran en trenes sellados hasta Gran Bretaña,a través de las fronteras de Holanda y Bélgica con dirección a los puertos, para llegar a su destino final cruzando el Canal de la Mancha. Algunos bebés fueron llevados al cuidado de los niños mayores.

El kindertransport fue autorizado por el Parlamento gracias a la presión del Comité Británico-Judío de Refugiados que le presento esta propuesta. Se autorizó la residencia temporal de los niños en el país, bajo la noción que tan pronto terminara la crisis se reunirían nuevamente con sus padres. Una fianza de 50 libras debía estar depositada por cada niño para garantizar su reubicación.Judíos, cristianos y cuáqueros colaboraron  y financiaron la operación de rescate.

El primer transporte de niños llegó a Inglaterra el 2 de diciembre con 196 niños que habían vivido en un orfelinato judío en Berlín, quemado por los Nazis la Noche de los Cristales Rotos el 9 de noviembre de 1938. Cientos de niños, como Peter Katz, quedaron varados en Bélgica y Holanda. El kindertransport cesó en septiembre de 1939 al estallar la Segunda Guerra Mundial.

Muchos fueron recibidos por familias judías, muchos otros por famillas cristianas. Muchos fueron educados recordando su origen, otros muchos perdieron su identidad y la noción de su procedencia, siendo educados en la religión de sus padres de adopción. Muchos recibieron buen trato, otros fueron maltratados o vivieron en la indiferencia y frialdad.

La mayoría de ellos no volvió a ver a sus padres, abuelos y demás familiares que fueron víctimizados y otros, sobre todo los que quedaron en Bélgica, tuvieron que buscar medios para esconderse y sobrevivir una vez que el país fue invadido por Alemania.

Escuchando al Sr. Katz, quien contó cómo las medidas antisemitas se implantaron en Austria tras el Ainschluss y cómo sus padres decidieron buscar una alternativa para poner a salvo a su único hijo, recordé el libro intitulado Austerlitz, escrito por W.G. Sebag el aclamado autor alemán radicado en Inglaterra,  y publicado en 2001, poco antes de su muerte. Este texto ha sido considerado como una de las obras de ficción escrita originalmente en alemán más significativa desde la Segunda Guerra Mundial.

El personaje principal, Jacques Austerlitz, es un historiador del arte que a partir de 1960, y en diferentes épocas y lugares, coincide con el narrador a quien va contando su historia. A lo largo de las páginas  se va descubriendo su vida, pues si bien es un inglés apasionado  de la fotografía, por nacimiento era checo, de religión judía y su llegada a la patria de adopción fue a través del kindertransport en el verano de 1939.

Adoptado por un predicador calvinista, sin noción alguna sobre su origen, empieza a descubrir indicios de una vida distinta que lo llevan a Praga para descubrir que su madre estuvo internada en el campo de concentración de Terezin –Theresienstadt-, el campo «modelo» que la Cruz Roja visitó sin sospechar que era un punto intermedio hacia Auschwitz. ,Al visitarlo, Austerlitz empieza a percatarse sobre el genocidio hitleriano y la muerte de seis millones de judíos, entre otros tantos millones de inocentes asesinados. Y comprende porqué no se encuentra lugar, porqué es un extraño dentro de su propia piel.

Conforme avanza la novela, Sebag nos va guiando por una civilización europea ya desaparecida, un mundo de fortalezas, estaciones de tren, campos de concentración. El autor, apasionados como su personaje Austerlitz de la fotografía, incluye en su libro fotos que contribuyen a ilustrar al ambiente que genera el texto.

W.G. Sebag nació en Wertach im Allgäu en 1944. Su padre había sido soldado en el Reichswehr desde 1929 y se mantuvo en el ejército del Tercer Reich al tiempo que la familia, -de origen rural, muy católica, muy conservadora, anticomunista y hostil  a la presencia de extranjeros- fue prosperando económicamente. De 1945 a 1947 fue prisionero de guerra en Francia.

El joven Winfried Georg creció en una Alemania que concientemente quería olvidar su pasado nazi. Empezó a confrontar imágenes filmadas de la guerra y del Holocausto en la escuela primaria sin recibir ningún tipo de explicación al respecto. Su ingreso a la universidad coincidió con los juicios de los capos de Auschwitz en Frankfurt, descubriendo que los acusados eran gente común y corriente, como aquellos con los que había crecido y convivido. El testimonio de sobrevivientes judíos que testificaron fue otra revelación.

Al a vislumbrar los alcances de la tragedia perpetrada por hombres como su padre, captados y cautivados por la retórica hitleriana y los sueños de recuperar la gloria perdida a toda costa, Sebald empezó a afrontar la historia reciente de su país, los retos de la memoria individual y colectiva, el desarraigo y las maneras como se construye  una identidad. El Holocausto y la Alemania posterior a 1945 fueron temas frecuentes en sus obras, intentos por reconciliarse a través de la palabra escrita con el trauma de la Segunda Guerra Mundial, particularmente desde la óptica del pueblo alemán.

En 2001, antes de morir en un trágico accidente automovilístico, se le consideraba como uno de los autores más importantes y posible ganador  un futuro premio Nóbel.

Información sobre la Asociación de los sobrvivientes del Kindertransport y sus descendientes:

KTA. The Kindertransport Association. <http://www.kindertransport.org/&gt;

Frank Meisler

Niños del Kindertransport, Hope Square, Londres