Ana Portnoy
El Norte, Monterrey, N.L., 16 de diciembre 2014, Sección Vida. Pág. 15.
El invierno ha sido un período de angustia e incertidumbre para los hombres desde los tiempos más remotos. El frío, la nieve, la oscuridad y la carestía de alimento se concibieron como un anticipo de la muerte por lo que, con la esperanza del pronto retorno de la luz y la regeneración de la naturaleza, empezaron a llevar a cabo conmemoraciones en las que el fuego y la comunión con el prójimo fueron los motivos centrales ante la cercanía del solsticio, la noche más larga. Fueron festividades que elevaban el ánimo, mitigaban la melancolía y congregaban a los miembros del grupo alrededor del calor de una fogata. Desde entonces, nociones de nacimiento y renacimiento, el reinicio del ciclo agrícola, nuevos comienzos, reinauguraciones o ritos de purificación han acompañado las fiestas invernales.
Muchas han sido las culturas que desarrollaron fiestas para el sol, como un ritual para asegurar su pronto retorno. Incluso en las culturas modernas estas fiestas conservan su importancia porque representan alegría y esperanza en el momento más oscuro del año. En muchas de ellas se dan regalos especialmente a los niños, que esperan ilusionados la llegada del invierno.
Muchas culturas festejaron en invierno al Sol para asegurar su pronto retorno. Los incas ritualmente lo ataban para que no abandonara a los hombres; en Persia el solsticio representó su triunfo sobre la oscuridad a través del dios del bien Ahura Mazda sobre el demonio Ahriman; para los antiguos romanos las velas de las Saturnalias simbolizaron la búsqueda del conocimiento, la verdad y la renovación de la luz, conmemorando el 25 de diciembre el nacimiento del Sol Invicto. En China se cree que el yang –todo lo positivo- es más abundante después del solsticio y durante 2,500 años han celebrado con ofrendas al cielo y a los antepasados. Para el hinduismo el festival de las luces Diwali significa el triunfo de la luz sobre la obscuridad, del conocimiento sobre la ignorancia, del bien sobre el mal y de la esperanza sobre el despecho. Según los pueblos mesoamericanos, en el solsticio de invierno nació Quetzalcóatl quien enseñó la vida civilizada a los ancestros.
Conforme a estas tradiciones invernales el pueblo judío festeja Janucá, la victoria de los Macabeos y la purificación del Templo en Jerusalén, profanado por Antíoco IV Epifanes al pretender la forzada conversión de los israelitas a la religión griega.
En México la epifanía de la Virgen de Guadalupe representa la victoria de la luz sobre las tinieblas y a partir de ese 12 de diciembre de 1531 empieza la construcción de la identidad mexicana. Con la quema de la candelilla en la víspera, en Higueras N.L. se anticipa la revelación de María al indiecito Juan Diego.
Justamente en el solsticio de invierno, la Navidad festeja el nacimiento de Jesús. Todo los motivos que adornan los hogares cristianos son referencias a la luz: luces de bengala, fuegos pirotécnicos, velas y esferas que en el pino reflejan luminosidad y alegría.
El mensaje de todos los festejos es esperanzador: que la luz ilumine a todos los hombres. ¡Felices fiestas y los mejores deseos!