El Parlamento portugués aprueba dar la nacionalidad a descendientes de los sefardíes lusos

Antonio Jiménez Barca.

El País Internacional, 30 de mayo 2013.

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Un niño observa el monumento dedicado a los judíos portugueses que fueron asesinados en el año 1506 en ese mismo lugar de Lisboa. / FRANCISCO SECO (EL PAÍS) 

Como tantas cosas hoy, esto también comenzó en Facebook. Hace más de tres años, Pedro Ribeiro de Castro, diputado del PSP (partido conservador que actualmente gobierna Portugal, entonces en la oposición) recibió un mensaje en el que se le pedía que se interesase por la suerte de los sefardíes de origen portugués expulsados hace más de cinco siglos de suelo luso. Ribeiro de Castro comenzó a mover el asunto y hace más de un mes, presentó una ley que ha sido aprobada por unanimidad y que otorgará la nacionalidad portuguesa a todos los descendientes de los judíos que dejaron Portugal a finales del siglo XV. Muchos de ellos ya habían sido echados de España en 1492 y habían buscado, infructuosamente, refugio tras la frontera.

“Es posible que exista un pequeño éxodo”

Carlos Zazur, antropólogo, experto en cultura sefardí

En Portugal, en puridad, no hubo orden de expulsión, pero fueron bautizados en masa y a la fuerza, obligados a olvidarse de practicar su religión y perseguidos por un sistema inquisitorial tan cruel y eficiente como el español. Así, miles de sefardíes portugueses (se calcula que de España pasaron a Portugal cerca de 120.000, que se sumaron a los 50.000 existentes) decidieron exiliarse: algunas familias, a lo largo de los años, pasaron por Holanda, Italia, Turquía, Siria, Líbano, Brasil y Estados Unidos. Sin abandonar sus raíces, ni la persistente nostalgia de una tierra cada vez más remota, ni su vieja lengua sefardí, el ladino.

Hace unos días, desde Colorado (EE UU), Carlos Zazur, de 42 años, habló con este periódico por teléfono en esa lengua casi mágica, una suerte de español del siglo XV, con injertos portugueses, árabes, balcánicos o franceses, perfectamente comprensible para un hispanohablante de la era del i-Pad. “Soy descendiente de judíos sefardíes por los cuatro costados. Portugueses y españoles. Mi madre me la enseñó como primera lengua, así que fue lo primero que hablé siendo niño”, explica Zazur, antropólogo, experto en cultura sefardí. Zazur, nacido en Brasil, asegura que la ley portuguesa es buena (España aprobó otra ley parecida en noviembre), que aguarda los detalles del reglamento, actualmente en proceso de redacción, para decidirse a pedir la nacionalidad. Otros lo harán. “Es posible que exista un pequeño éxodo”, añade este experto, que calcula que en el mundo hay dos millones de descendientes de judíos sefardíes.

Zazur recuerda que los judíos de origen portugués que se trasladaron a Ámsterdam participaron en la eclosión del comercio holandés, haciéndose con el mercado del café, del chocolate, del tabaco o de los esclavos. Y que había judíos portugueses en el origen de la proto-Nueva York, cuando aún se llamaba Nueva-Ámsterdam. “Estas familias de judíos expulsados, debido a su capacidad, a su empuje, y a su cultura, siempre fueron un motor económico y social de la historia”, explica.

En Florida, Luciano Lopes, propietario de una pequeña empresa que comercializa yogures y kéfir, descendiente también de una familia judía originaria y expulsada de las cercanías de Oporto hace más de 400 años también se piensa si pedir la nacionalidad portuguesa. Confiesa que siempre le gustó el país, que le tienta el sur de Europa porque, a pesar de la omnipresente crisis y el descalabro económico, “siempre será un buen sitio para vivir”.

“Para reglamentar la ley servirán cosas como los apellidos, el idioma, la descendencia, eso se está estudiando ahora para evitar el oportunismo”, cuenta el diputado Ribeiro de Castro. Pero, más allá de estos formulismos, de lo que se trata, añade, “es de acabar con una vergüenza histórica y dar la bienvenida a los que nunca tuvieron que partir”.

Cuando los antepasados de la rama española de la familia de Carlos Zazur abandonaron Zamora en 1492 se llevaron la llave que abría una sinagoga de esa ciudad. Dentro de unos meses, Zazur irá a dar unas conferencias a Zamora. Ya no está la sinagoga, ni el edificio que la albergaba, destruido hace mucho. Pero él llevará consigo la llave, que ha pasado, generación tras generación, país tras país, continente tras continente, como la metáfora de la memoria, más fuerte que los muros de piedra o de ladrillo. “Ya no hay puerta que abra esa llave”, dice Zazur. “Mi abuelo decía que Sefarad dejó de ser un lugar en la tierra para pasar a ser un lugar en el corazón”.

Promesas españolas

Vera Gutiérrez Clavo.

 En España, los sefardíes –como cualquier otro ciudadano- pueden solicitar la nacionalidad por dos vías: acreditando un tiempo mínimo de residencia en el país (dos años, en su caso) o, excepcionalmente, por “carta de naturaleza”, que el Gobierno concede de forma discrecional si aprecia un vínculo especial del solicitante con la historia o la cultura españolas. Esta segunda vía es la que el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, se comprometió a agilizar para los sefardíes hace seis meses, aunque aún no lo ha hecho. Gallardón anunció que la “carta de naturaleza” para los descendientes de los judíos expulsados de España en 1492 tendría un procedimiento menos excepcional, más automático, y que la Federación de Comunidades Judías de España colaboraría a la hora de acreditar los requisitos de cada solicitante. Además, los sefardíes podrían mantener su nacionalidad anterior a la vez que la española –una de las principales reclamaciones del colectivo-, como sucede ahora con los latinoamericanos, filipinos y portugueses.

El anuncio de Justicia no se ha materializado aún porque formaba parte de un proyecto de ley, el de Registros, que está paralizado en fase de borrador. Gallardón quiere ahora sacar del proyecto esa parte referida a la nacionalidad de los sefardíes y presentarla como una regulación independiente (que implicaría una reforma puntual del Código Civil) antes del verano, según fuentes del ministerio. En ese caso, la reforma empezaría a aplicarse previsiblemente a final de año. En la actualidad hay cerca de 2.900 solicitudes de nacionalidad de sefardíes pendientes de tramitación. Hace unos años se cifraban en 250.000 las personas que hablan el judeoespañol en todo el mundo, según Justicia.

«Se trata de acabar con una vergüenza histórica»

Pedro Ribeiro de Castro, diputado del PSP

 

Conferencia sobre «Tentaciones, vanidad y vida cotidiana» en el Museo de Historia Mexicana

El contenido de la conferencia se basa en un recorrido virtual a través de las figuras que se exhiben y sus significados en el imaginario colectivo, además de que la sala de exposiciones permanecerá abierta de 18:00 a 19:30 horas en forma gratuita para que el público pueda recorrerla.

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De cocineros anónimos a estrellas culinarias

Míticas abuelas

Juan Villoro

El Norte, Monterrey, N.L., 24 de mayo 2013. Primera sección, pág. 7. 


 «La cocina no es para cobardes, ni tibios ni pusilánimes, sino para los valientes del fuego, del nitrógeno líquido, de la brasa, del cuchillo y del robot, del chuletón y de la esferificación, comensales aguerridos dispuestos a atreverse y cocineros arrojados que quieren liberarse del dogma y la involución». Esta proclama libertaria pertenece al escritor y crítico gastronómico catalán Pau Arenós, quien se presentó el lunes pasado en Mesamérica, encuentro entre la inteligencia y las papilas gustativas organizado por el chef Enrique Olvera.

El oficio más revalorado del mundo es el de cocinero. Hace unas décadas, el hombre de los fogones era un ermitaño con harina en las cejas que preparaba guisos sin que eso mereciera explicación. El comensal sólo pedía hablar con él si le tocaba un camarón podrido.

Hoy en día, los chefs son los nuevos gurús de la aldea global: el agradable Jamie Olivier cocina para un asilo de viudas, el carismático Anthony Bourdain prueba alacranes a 100 kilómetros del hospital más cercano y el irascible Gordon Ramsay humilla a un cocinero por su propio bien.

La gastronomía se ha transformado en asunto público y toca las más diversas áreas del saber. Ferran Adri puede recibir un doctorado honoris causa en química, ecología, negocios, arte e incluso cocina. En Mesamérica, Gastón Acurio, chef peruano de alta persuasión, presentó un proyecto de integración social para niños desfavorecidos basado en el ciclo entero de la producción alimentaria, del cultivo de una papa a su excelsa caramelización.

Arenós fue uno de los primeros evangelistas de Ferran Adri . Cuando la conservadora mayoría alzaba la ceja del desdén ante el «caviar de mango» o el «capuchino de liebre», el escritor apostó por el cambio. Su libro «La Cocina de los Valientes» es una bitácora de las nuevas maneras de llevarse cosas al buche sin renunciar a la mostaza.

Los franceses, que habían tenido su nouvelle vague en el cine, dieron en 1973 con el término nouvelle cuisine. Los periodistas Christian Millau y Henri Gault prepararon una guía de los restaurantes cuyas salsas y mayonesas eran modernas. Eso quedó atrás cuando Adri esferificó un queso gorgonzola, convirtiendo la esfera de Pascal en un juguete comestible.

¿Cómo definir sabores que a veces se preparan con jeringa? Arenós propone el término «tecnoemocional». La cocina adriática pone en juego todos los sentidos (incluyendo el del humor) y se beneficia de tecnologías de punta para aprovechar lo natural (¡nada ha matado más sabores que el refrigerador!).

Sin entusiasmo ni unos huevos tibios salen bien. Pero los sentimientos no bastan para descubrir esencias. El expedicionario sensorial debe buscar un sabor que todavía no existe.

¿Acabará esto con la tradición y la costumbre de remojar el pan en café con leche? Por supuesto que no. «Sin tradición no hay vanguardia», alertó Arenós en Mesamérica. «Pero basta ya de elogiar a las abuelas».

El olvidado Lin Yutang dijo que nadie olvida los olores y los sabores de su infancia. Ese contacto primigenio con la sensualidad nos marca en tal manera que resulta difícil aceptar que puede haber algo mejor. En la película Ratatouille, un crítico gastronómico se amarga la vida con gran competencia: nada le gusta hasta que prueba una sopa que lo remite a su niñez, una época anterior al repudio, en la que se sentía protegido. Crecer significa alejarse de esa arcadia. Sólo volvemos ahí en el recuerdo y nada lo dispara mejor que la comida, sobre todo si es Proust quien remoja su magdalena en té.

¿Significa esto que las abuelas realmente cocinaran mejor? En modo alguno. ¿Por qué, entonces, tantas fondas y tantos productos pretenden heredar la sabiduría ancestral de una abuelita?

Para que eso suceda es necesario entender las recetas como algo secreto. «¡Mamá Tencha murió sin revelar su fórmula para el pipián!». Si la cocina es un misterio atávico, no puede transmitirse o sólo puede transmitirse de modo mágico, evocando a la sabia perdida, algo absurdo en un mundo sobreinformado donde la Bullipedia incorpora en línea decenas de miles de recetas e hipótesis combinatorias.

De vez en cuando el ser humano cultiva su nostalgia. «La vida se vive hacia adelante pero se entiende hacia atrás», decía Kierkegaard. Necesitamos el pasado para explicarnos a nosotros mismos y encarar el ignorado porvenir. Pero no podemos renunciar a la invención.

¿Cómo se juzga lo desconocido? Es el reto que Pau Arenós asume en «La Cocina de los Valientes», crónica de los chefs que se han transformado en pensadores con filipina, suscitando el recelo de algunos profesionales del intelecto.

Ante los 2 mil asistentes de Mesamérica, Arenós presentó el credo de lo nuevo, que comienza con la obligación de no mentir. Durante demasiado tiempo la comida tradicional ha servido para que una salsa espesa impida reconocer que la carne que comemos es de perro atropellado. Lo habitual no siempre es lo mejor. Si algo queda claro es que los visionarios de la cocina actúan con el intrépido desparpajo de quien no tiene abuela.