Las pisadas corresponden a tres adultos y un niño.
Reforma.com 26 de septiembre 2011. Sección Cultura.
Cinco huellas de pies humanos, cuya antigüedad se calcula entre 25 mil y cuatro mil 500 años, fueron descubiertas en la Sierra Tarahumara, por especialistas del INAH, quienes señalan que podrían corresponder a los primeros hombres que poblaron esa región.
En un comunicado, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) explicó que de verificarse su antigüedad, este hallazgo se sumaría a las pocas impresiones de primeros pobladores del continente americano que se conservan en México, particularmente en Cuatro Ciénegas, Coahuila, y en un rancho de Sonora.Las pisadas corresponden a tres adultos y un niño que probablemente vivieron en las cuevas que se hallan en un paraje de la sierra, en el Valle de Ahuatos, a ocho kilómetros del poblado de Creel, en Chihuahua.
Los resultados de los análisis morfoscópicos (forma), arrojaron que la huella 1, por su longitud de 26 centímetros, corresponde al pie derecho de un adulto de sexo masculino; en tanto que la 2 es del pie izquierdo de otro adulto. No obstante, por ser la menos definida se ha dificultado la identificación del sexo de la persona que la dejó.
Asimismo la pisada 3 es de un infante de 3 a 4 años de edad y corresponde al pie derecho con una longitud de 17 centímetros.
Mientras que las improntas 4 y 5 son de otro adulto y representan el único par que corresponde a la misma persona, mismas que se encontraron a dos metros de distancia de la huella 1.
La pisada del pie izquierdo de la huella 4 tiene una longitud de 23.7 centímetros, en tanto que el derecho de huella 5 mide 24.5 centímetros, una de las particularidades de estas dos pisadas es que tienen seis dedos, lo que puede deberse a una malformación.
Según el antropólogo José Concepción Jiménez el hallazgo de las huellas humanas se logró a partir de un correo que hizo llegar un habitante de Chihuahua, al Seminario del Hombre Temprano en México, para avisar de la existencia de huellas humanas antiguas, impresas en el Valle de Ahuatos, en el municipio de Bocoyna.
«Acudimos a realizar exploraciones de superficie para verificar la información y no encontrábamos las impresiones, costó mucho trabajo dar con ellas porque no es fácil su identificación», apuntó el investigador.
Compartió además que después de varias búsquedas, las huellas fueron encontradas en un arroyo que corre en la pendiente de un paraje de aproximadamente mil metros cuadrados, donde las improntas se ubicaron en un área de aproximadamente dos metros dentro del riachuelo, en el cual el agua sólo fluye en temporada de lluvias, y el resto del año está seco.
Con la finalidad de descartar o detectar la presencia de más pisadas humanas en lugares cercanos, se hicieron recorridos de superficie abarcando una extensión de 50 kilómetros, compartió el antropólogo, quien aseguró que no se encontraron más huellas, pero en el área cercana a las huellas se descubrieron otras evidencias de ocupación humana en el valle.
Explicó que estas otras evidencias, rastros de campamentos primitivos, dan pie para que la antropología advierta presencia humana desde épocas remotas como el Pleistoceno (12 mil años antes de nuestra era).
Asimismo, en los abrigos rocosos que circundan el valle, dentro de una extensión de 50 kilómetros, se encontraron cinco cuevas con vestigios, entre las que destacan tres que tienen en su interior pinturas rupestres sobrepuestas, las cuales, de acuerdo con la etnohistoriadora Gabriela Salas, del equipo de investigación.
Según los últimos informes se trata de vestigios realizados durante tres periodos: precerámico, prehispánico y colonial, lo que da constancia de una larga ocupación humana en el Valle de Ahuatos.
Las huellas, pinturas y materiales arqueológicos fueron localizadas por el antropólogo físico José Concepción Jiménez, del INAH, quien informó que «estos descubrimientos son de gran relevancia para el estudio de los primeros pobladores en América, porque indican que en este paraje de la Sierra Tarahumara se asentaron algunos de los primeros grupos humanos que llegaron a esta parte del continente que hoy se conoce como Chihuahua».
Para el también coordinador del Proyecto «El Hombre Temprano en México», de la Dirección de Antropología Física del INAH, tal hipótesis deriva de la existencia de un campamento primitivo, localizado a kilómetro y medio del riachuelo donde se descubrieron las huellas humanas.
Dicho sitio, dijo, tiene una roca de más de dos metros de altura con un bicelado en un costado y una cerca circular de piedras de menor tamaño, también con evidencias de haber sido trabajadas por el hombre.
Respecto a las manifestaciones rupestres, explicó, que por la iconografía «claramente se pueden identificar las que corresponden a la época más remota o precerámica, que son aquellas plasmadas en colores rojo y amarillo con representaciones de líneas, círculos y grecas en zigzag, similares a otras localizadas en Cuatro Ciénegas, Coahuila.
En estas oquedades, añadió, corresponden a grupos de los primeros pobladores del norte de México, y que también se encontraron restos de hollín producido por fogones y morteros, a modo de hoyos que se tallaron en las rocas, para moler alimentos.
En la entrada de las cuevas se identificó otra serie de hoyos de 25 centímetros de diámetro por 1.30 de profundidad, que pudieron servir para guardar comestibles; además de otros más pequeños cavados en círculo, que posiblemente se ocuparon para clavar postes de madera, aseguró el antropólogo físico del INAH.
Puntualizó que es necesario hacer estudios de laboratorio para fechar con exactitud las huellas humanas, pinturas y el resto de materiales arqueológicos encontrados, de modo que se tomaron muestras de sedimentos, tierra y pigmentos.
Hasta el momento las posibles épocas en que fue ocupada esta región se ha calculado por analogía con vestigios encontrados en otros sitios de la región, y en el caso de la pintura a partir de su iconografía, aseguró.
De verificarse su antigüedad, el hallazgo se sumaría a las pocas impresiones de primeros pobladores de América que se conservan en México.
Foto: Cortesía INAH