La insurgenta

Carlos Pascual. México: Grijalbo. 2010

La conmemoración del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución han sido la oportunidad para la publicación de novelas históricas sobre diversos personajes y pasajes de la historia nacional. Con la intención de “humanizar” a los héroes forjadores de la patria, muchas han intentado recrear pasajes poco conocidos de sus biografías y, algunas de ellas, inclusive develar facetas truculentas que la construcción de un héroe a través de la historia oficial ha mantenido ocultas para que el ejemplo impoluto de las grandes acciones sean una lección ciudadana para las siguientes generaciones.

Desde los mismos albores del México independiente el mismo Carlos María de Bustamante, periodista novohispano cofundador del Diario de México en 1805 y editor del periódico El Correo Americano del Sur de Morelos se propuso, una vez culminada la independencia, escribir una historia – Cuadro histórico de la revolución de la América Mexicana, comenzada el 15 de septiembre de 1810 por el ciudadano Miguel Hidalgo y Costilla, Cura del pueblo de los Dolores, en el obispado de Michoacán. – para que la memoria y virtudes de los héroes no quedara en el olvido, pues “notaba con sentimiento que las personas que fueron testigos presenciales y que habían sobrevivido a tan grandes acontecimientos, iban desapareciendo rápidamente y que a vueltas de pocos años se encontrarían muy pocas capaces de instruirnos con verdad de lo mismo que vieron, o que trastornándoles el decurso del tiempo la memoria circunstanciada de los sucesos los referirían diminutos o inexactos en la mayor parte” A su pluma se debe  la glorificación de los caudillos insurgentes desde 1823.

En el caso de La insurgenta, el autor Carlos Pascual recrea, a través de los testimonios de sus contemporáneos, la vida y las acciones de Leona Vicario, quien junto con la Corregidora Josefa Ortiz de Domínguez son las únicas mujeres que se incluyen en el panteón de los héroes, si bien la participación femenina en la guerra de independencia fue mucho más amplia –el autor dedica la obra a las más de 38 mujeres insurgentes apresadas, condenadas y muchas ajusticiadas, incluyendo a las zacatecanas que tras la guerra exigieron derechos de ciudadanía.

Bajo la premura de justificar si la heroína recién fallecida merecería un entierro de estado y ser nombrada Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria, la comisión instituida por Antonio López de Santa Anna debe recabar en tres días suficientes evidencias y votos de diversos personajes del México de los años 1840 para tales propuestas, si bien, de antemano la decisión del presidente ya ha sido tomada y sólo debe de contar con el aval de la comisión, portavoz de la ciudadanía, pues, a fin de cuentas,  necesita un evento que exalte el nacionalismo y le atraiga loas y que al mismo tiempo distraiga la atención ciudadana de los graves problemas nacionales.

En el desfile de declarantes hay detractores de la Vicario así como aquellos que exaltan su heroísmo, su entrega a la causa  y su participación política tras la Independencia como la primera mujer periodista del país y también la primera mujer en presentarse ante el Congreso. Como personajes tenemos a familiares, sirvientes, inquisidores, militares y políticos,  a la Güera Rodríguez, a Lucas Alamán, a Carlos María de Bustamante, a Valentín Gómez Farías, a Nicolás y Víctor Bravo, al mismo Santa Anna y, a través de una carta, a Juárez así como a Sebastian Lerdo de Tejada presentado como pasante de leyes en 1842 pero quien,  tres décadas después y ya como presidente de México, hace un recuento de los acontecimientos.

A través de sus voces y de la descripción del ambiente en el que se llevan a cabo las audiencias,  el autor hace una crítica no sólo a la sociedad mexicana del siglo XIX, sino también al México actual. Así, el personaje de Lerdo de Tejada anota: “Me espanta el saber a nuestra sociedad dividida, como si viviésemos aún en tiempos coloniales, entre blancos y mestizos, mestizos e indios e inclusive, “ciudadanos” y “pueblo” pues todos aquellos hombres letrados y educados consideran que la ciudadanía tiene que ver con el color de la piel y la preparación…”.

Carlos María de Bustamante declara: “Hay momentos en la vida de México en que uno creyera que por fin hemos alcanzado algo de civilidad, de cordura, de madurez, en que pareciera que México está a punto, listo y dispuesto, para tomar parte en el gran concierto de las naciones. Pero también llega siempre el momento en que todas estas esperanzas, en que todas estas ilusiones se malogran, se pierdan. Es nuestro país la gran patria de las ilusiones y también de las más grandes desilusiones… los hechos me remiten a la realidad circundante y me doy cuenta [que] los hechos mismos se declaran en nuestra naturaleza”.

A su vez, Lucas Alamán reclama “¿A quién se le ocurre pensar que nuestra patria necesita :algo más que próceres, héroes, discursos y nacionalismos mal entendidos para iniciar el progreso?… un pueblo empobrecido y hambreado será siempre u pueblo adorador de los mártires y de los Padres de la Patria.”

Además de los elementos ficcionales que permite el género, la novela incluye textos reales que le dan veracidad al relato, como artículos periodísticos, cartas, dichos populares.

Es a través de cada declaración que Carlos Pascual reconstruye las distintas facetas de esta mujer que debió pasar a la historia nacional por sus propios méritos y no sólo por ser la amorosa esposa de Andrés Quintana Roo. Y, al mismo tiempo que nos compenetramos en la vida y las acciones de Leona Vicario,  el autor nos invita a la reflexión sobre las nociones de ciudadanía, de nacionalismo e identidad y, a fin de cuentas, de la conciencia histórica.

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