Ana Portnoy
México conmemora 200 años del inicio de la guerra de Independencia, al igual que muchos de los países hermanos latinoamericanos.
Gracias a las ideas ilustradas-libertarias del siglo XVIII, a los postulados de la soberanía del pueblo depositada en la corona española así como al descontentobronce criollo por el excesivo control de la metrópoli que además les negaba oportunidades para el ascenso a los más altos cargos de la administración colonial, la coyuntura de 1808 cuando los invasores franceses encarcelaron al rey Fernando VII provocó que en todas las colonias hispanas se planteara la posibilidad de recuperar dicha soberanía, al menos temporalmente mientras el rey legítimo recuperara su trono. Por ello, el “grito de Dolores” incluyó la viva al rey español.
Al igual que todos los pueblos y países a lo largo de la historia, la construcción de un discurso nacionalista recurre a eventos heroicos y omite las páginas negras de los eventos que lo legitiman. La muerte de siete manifestantes se convierte en la masacre de Boston que anticipa la guerra de independencia estadounidense y la saga del Pípila, si es que fue tal y como la narra la historia de bronce, omite el asesinato de peninsulares y criollos refugiados en la Alhóndiga de Granaditas que provocó la oposición a la insurgencia por parte de aquellos miembros de las clases pudientes novohispanas que propugnaban por el rompimiento con España, pues temieron una violencia fuera de control, tal y como sucedió después en el asedio a Guadalajara.
Las discusiones y antagonismos entre Hidalgo, el caudillo moral del movimiento, y su jefe militar Ignacio Allende quedan a un lado en el bloque monolítico que es una historia oficial.
Y si conmemoramos el inicio de la gesta, ¿por qué no recordar su culminación aunque haya sido en manos de Iturbide quien se promovió de tal manera que fue coronado emperador meses después? ¿Porque para la historia republicana es un traidor y un advenedizo al poder? Se nos olvida que los héroes y villanos son hombres de su tiempo, con los vicios y virtudes que compartieron con amigos y enemigos. Y se nos olvida también la importancia de los acontecimientos internacionales que permiten explicar porqué Agustín de Iturbide, enemigo encarnizado de la insurgencia, decidió unirse a Guerrero en 1821.
Nuestra patria está contenida en un contexto ideológico y global, en el que los acontecimientos no suceden por azar. Sin embargo, en el discurso histórico oficial se eligen y se desechan personajes, se embellecen pasajes y se exalta el nacionalismo. A fin de cuentas, la historia es un instrumento que permite justificar y legitimar.
Las conmemoraciones del 2010 deben ser una invitación para que nos preguntemos quiénes somos y quiénes queremos ser, desde una conciencia crítica que nos permita recuperar los ideales libertarios pero que también nos conduzca a reconocer porqué estos ideales se han quedado en los grandes discursos y no al alcance de toda la nación.