En vivo desde el Met de Nueva York: la ópera Parsifal de Richard Wagner

Picture_1

 «Parsifal», la última ópera de Wagner llega este sábado 2 de marzo al Luis Elizondo.

EN VIVO DESDE EL MET DE NUEVA YORK

Jonas Kaufmann protagoniza al inocente que encuentra la sabiduría en la nueva concepción escénica que François Girard brinda a la última obra maestra de Wagner. Sus compañeros en el escenario, todos reconocidos wagnerianos, son Katarina Dalayman como la misteriosa Kundry, Peter Mattei como el malherido Amfortas, Evgeny Nikitin como el malvado Klingsor, y René Pape como el noble caballero Gurnemanz. Dirige la gran orquesta del Met Daniele Gatti.

 No te pierdas esta nueva producción de la casa de Ópera más famosa del mundo y sé parte de los cientos de miles de espectadores unidos en las transmisiones «En Vivo desde el Met de Nueva York».

BOLETOS EN TAQUILLAS DELA UDITORIO Y A TRAVÉS DEL SISTEMA TICKETMASTER.

INFORMES: 8358.4051

TICKETMASTER: 8369.9000

– Boletos desde $105 pesos
– Estudiantes: 50% presentando su credencial

Richard Wagner y “Parsifal”, su última ópera

Dr. Fernando Treviño Lozano[1].

2-13-Parsifal-HD-560-328-b

 VIDA DEL AUTOR

 Wilhem Richard Wagner, nació en Leipzig, Reino de Sajonia, el 22 de mayo de 1913 y murió en Venecia, Reino de Italia, el 13 de febrero de 1883. Conmemoramos pues durante este año, doscientos años de su nacimiento.

Fue, ante todo, un músico alemán de gran trascendencia, sobre todo por sus obras del género operístico; pero además se distinguió como poeta, dramaturgo, ensayista, crítico, pensador y activista político.

Vino al mundo como el noveno hijo del matrimonio de Carl Friedrich Wagner y de Johanna Paetz. Su padre falleció trágicamente seis meses después de su nacimiento. Su madre volvió a contraer nupcias el año siguiente con el actor y dramaturgo Ludwig Geyer. Fue precisamente de su padrastro que adquirió el gusto por el teatro.

Sus estudios musicales los inició en Leipzig entre 1828 y 1831. Fue durante estos años el los que obras como la Séptima y la Novena Sinfonías de Beethoven, así como la ópera “El Cazador Furtivo” de Carl María von Weber, causaron un fuerte y duradero impacto en el joven Wagner. De hecho, en su quehacer musical fue quien llevó el romanticismo temprano de compositores como los citados, a alturas insospechadas en las que la pasión y las emociones fueron el centro de gravedad de la música como arte. Además acuñó el concepto llamado “Gesamtkunswerk” u “obra de arte total”, en la que pretendía que se fusionaran todos los géneros artísticos en un solo momento y lugar. Así pues, sus óperas, más que seguir los patrones convencionales de la historia o de la época, pretendían sintetizar la música, la literatura, la danza y las artes visuales. Wagner las llamaba “Dramas Musicales”.

Durante su vida, el músico entró en contacto con la obra del filósofo alemán Arthur Schopenhauer, misma que tuvo una gran influencia en su pensamiento político y estético.

Sus ideas simpatizaban con el incipiente socialismo, así como con el antisemitismo. Fueron estos los factores que lo llevaron a cambiar frecuentemente de residencia, no solamente dentro de la aún no unificada Alemania, sino en países como Suiza y Francia. Adicionalmente, su situación financiera fue habitualmente muy precaria, por lo que era víctima constante de persecución por parte de sus acreedores. El compositor y pianista Franz Liszt, amigo de él y admirador de su obra, lo sacó frecuentemente de apuros financieros y lo ayudó en algunas de sus muchas huidas por acosamientos políticos o económicos.

A partir de 1864, Wagner entabló un fuerte lazo de amistad con el Rey Luis II de Baviera, apasionado admirador de la obra de Wagner, quien pagó sus cuantiosas deudas del momento y le construyó un teatro en la ciudad de Bayreuth. Esta obra arquitectónica fue concebida por el propio Wagner y acondicionada con todo lo necesario para representar sus óperas de la manera que él las había soñado. Hoy en día, aún se celebra anualmente en esa ciudad un festival con montaje de las obras del genial músico, mismo que es dirigido y administrado por sus descendientes.

Tres fueron las mujeres más importantes, sentimentalmente halando,  en la vida del compositor. Su primera esposa Wihelmine (Minna) Planer, fue una actriz de quien Wagner se enamoró en 1834; contrajeron nupcias en 1836, pero el matrimonio terminó en divorcio en 1862. Años antes de este fatal desenlace, alrededor de 1852, el matrimonio Wagner estuvo viviendo en una finca que les prestaba el comerciante en sedas Otto Wesendonk, admirador ferviente del músico. Mathilde, esposa de Otto, era una poetisa con quien Wagner desarrolló un tórrido romance, aunque ninguno de los dos quería poner en riesgo sus respectivos matrimonios. La obra conocida como “Las Canciones Wesendonk” son musicalizaciones de cinco poemas que Mathilde le envió a Wagner “para que éste le diera su opinión”. Fue en esta época que el músico abandonó lo que estaba haciendo para trabajar en su magnífica ópera “Tristán e Isolda”, cuyo argumento gira en torno de un amor imposible. Una carta de Wagner a Mathilde fue interceptada por Minna en 1852 y esto puso punto final al episodio.

 Concluido su romance con Mathilde y divorciado de Minna, Wagner comenzó una aventura amorosa con Cósima Liszt, hija de su amigo el pianista y esposa del director orquestal Hans von Büllow; una mujer 24 años menor que él, pero quien aún casada con von Bülow dio a luz a tres hijos de Wagner. Ante esta realidad, no quedó más remedio que el divorcio de Cósima, quien contrajo nupcias con Wagner en 1870. Ella fue su compañera hasta que el compositor falleció en 1883.

OBRAS OPERÍSTICAS

Como se mencionó anteriormente, Richard Wagner es casi exclusivamente recordado por su producción operística, ya sea como obras integrales o como fragmentos sinfónicos que aparecen en ellas, abarcando desde luego, las oberturas y preludios. Su primera ópera completa que llegó a escena fue “Las Hadas” de 1833. Le siguieron “La Prohibición de Amar” (1836); “Rienzi” (1840); “El Holandés Errante” (1841); “Tanhäuser” (1845); “Lohengrin” (1848); “Tristán e Isolda” (1859); “Los Maestros Cantores de Nuremberg” (1867); “El Anillo del Nibelungo” (1874) y “Parsifal” (1882).

Cabe hacer notar que “El Anillo del Nibelungo” es una tetralogía integrada por las siguientes obras; “El Oro del Rhin”, “La Valquiria” Sigfrido” y “El Ocaso de los Dioses”. Llevó a Wagner 26 años el componerla, ya que  inició los primeros bocetos  en 1848, pero no fue sino hasta 1874 que el ciclo completo pudo ser admirado por primera vez en Bayreuth. Esta magnífica y extraordinaria saga, no tiene parangón en la historia de la música.

OBRAS NO OPERÍSTICAS

La producción musical de Wagner suma más de cien obras, de lo que podemos deducir que además de sus óperas, existe una pléyade de composiciones que son prácticamente desconocidas o que se interpretan muy poco. Entre ellas, encontramos dos sinfonías, tres sonatas para piano, oberturas de concierto, piezas orquestales, cantatas, ciclos de canciones y arreglos de obras de otros compositores.

Sin embargo, su obra para la escena en forma de ópera es tan contundente y tuvo tal influencia en la música de su época y después de ella,  que asegura a Richard Wagner un lugar privilegiado dentro del firmamento musical.

PARSIFAL

Al igual que lo que aconteció con el ciclo de “El Anillo”, Parsifal tuvo un largo período de gestación: veinticinco años. El argumento está basado en el poema épico Parzival de Wolfram von Eschenbach, mismo que narra episodios de la vida de este Caballero de la Mesa Redonda de la corte de Rey Arturo. A él le fue encomendada la búsqueda del Santo Grial, para sanar los males que aquejaban a la Corte y al pueblo en tiempo del citado rey. Como era su costumbre, Wagner mismo escribió el libreto, una laboriosa tarea que le llevó muchos años y adicionalmente, desde luego, la música.

Los primeros bocetos los comenzó a elaborar en 1857, pero no fue sino hasta 1882 que la obra fue estrenada en el teatro Festspielhaus de Bayreuth. Durante treinta años, esta casa de ópera tuvo el monopolio de las representaciones de esta ópera, respetando deseos del propio Wagner quien no consideraba a “Parsifal” como una ópera sino como una “ceremonia”. Incluso llegó a pedir que no se aplaudiera en los intermedios, ni al final e la ópera, para respetar su carecer místico. Esta costumbre se mantuvo por muchos años.

El argumento gira alrededor de la Lanza Sagrada que atravesó el costado de Cristo en la Cruz, así como del Santo Grial del cual existen dos versiones; una que dice que se trata del cáliz que Jesús utilizó en la última cena y otra, que narra cómo un ángel recogió en esta copa la sangre que brotó del costado de Cristo crucificado. En la ópera, se usa con la segunda connotación.

 A diferencia de la mayoría de las óperas de Wagner, Parsifal no se desarrolla en torno a una historia de amor. La gran mayoría de los personajes son masculinos (Gurnemanz, Amfortas, Titurel y Kligsor) de voces graves y con partes musicales muy largas y extremadamente difíciles. El único papel femenino de importancia, la hechicera Kundry puede ser representada por una soprano o mezzo-soprano a quien la música le demanda profundas notas graves, así como poderosos agudos que hacen que sólo las más connotadas cantantes wagnerianas se atrevan a cantar. Parsifal, por su parte, es interpretado por un tenor heroico (de gran potencia vocal), cantando un papel largo y de gran intensidad, quien al final de la obra queda como guardián de la Lanza y del Grial. Adicionalmente, la ópera incluye pasajes corales masivos, interpretados por voces a las que frecuentemente se les demanda el utilizar todo el rango de sus respectivas tesituras. Finalmente, el compositor requiere de una orquesta reforzada, de grandes proporciones, especialmente en las secciones de cuerdas y metales, así como la inclusión de campanas.

Con esta creación impar, Wagner se despidió de la composición operística. A doscientos años de su nacimiento, no podemos más que admirar el trabajo de quien dedicó los mejores momentos de su vida a la creación de obras inmortales, que sin duda alguna enriquecen notablemente el patrimonio cultural da la humanidad.


[1] El autor es director del ciclo “En vivo desde el Met de Nueva York”.

Este texto fue publicado en El Norte, Monterrey, N.L.,  23 de febrero de 2013, Sección Arte pág. 4 y una porción del mismo fue publicada en la revista electrónica del Campus Cultural del ITESM. Agradezco la gentileza del Dr. Treviño para reproducirlo en Gusto por la Historia.