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Simón Leys.
Barcelona: Anagrama, 1988.
Al investigar o enseñar historia, un punto de partida es que no hay “hubiera” en los acontecimientos, es decir, los hechos fueron como fueron, con sus causas y consecuencias y no hay tal cosa como “¿qué hubiera pasado si…?”. Sin embargo, en un planteamiento hipotético que permita explorar escenarios posibles, la pregunta “¿qué tal si…? pueden permitirnos considerar otros factores de análisis así como desenlaces. Por supuesto que el discurso histórico se debe sostener en los sucesos acontecidos tal como fueron y avalados por fuentes y evidencias para que las conclusiones no sean meras hipótesis.
Pero con una novela las posibilidades son otras. El autor puede partir de un hecho real y explorar alternativas a través de la ficción. Y este es el caso con La muerte de Napoleón de Simón Leys.
El autor parte del supuesto ¿qué habría pasado si Napoleón se hubiera escapado de Santa Helena para recuperar su imperio? Este planteamiento hipotético se ha hecho no sólo del gran corso, sino también sobre Hitler -con varias teorías sobre si los restos calcinados encontrados en el búnker eran efectivamente los suyos o si logró escapar a América del Sur- y en México persisten quienes creen que Emiliano Zapata sobrevivió la emboscada en 1919 y siguió recorriendo montado en su caballo blanco los caminos del sur.
En este texto, una conspiración secreta montada con precisión milimétrica lleva a Santa Helena a un soldado muy parecido a Napoleón a quien suplanta, en tanto éste logra escapar de la isla-prisión tomando el nombre de Eugène Lenormand. Tras un largo viaje desde Suráfrica al norte de Europa como grumete en un barco, esperaba desembarcar en Bordeaux donde lo esperaría un contacto para llevarlo a París y encabezar la toma de poder. Pero a último momento el capitán recibe la orden de seguir navegando hasta Amberes y a la hora de desembarcar ni hay contacto, ni Lenormand tiene pasaporte y suficiente dinero para poder llegar a Francia.
Así inicia la novela que presenta las desventuras de Napoleón. Cinco años después del desmoronamiento de su imperio pocos parecen reconocerlo. Como turista visita Waterloo, escenario de su última batalla y se topa, apenas cinco años después del suceso, con una versión apócrifa de los hechos.
Cuando finalmente llega a París, tiene que vivir como un hombre más del montón a costa de la amabilidad de la viuda de un teniente de su antiguo ejército. De los brazos de la emperatriz Josefina y de la archiduquesa María Luisa pasa a los de una vendedora de melones. ¡Su genio de estratega lo aplica en qué calles vender la fruta!
Entre los viejos soldados que se reúnen en la casa de la marchanta sólo uno parece reconocerlo, justo aquel que estará celoso de la relación que se desarrolla entre Lenormand y la mujer. Para advertirle lo que le espera si revela su identidad, lo lleva a un manicomio donde muchos no sólo se creen Napoleón sino que se le parecen más que él. Todavía optimista, espera el momento oportuno para revelarse y dar su golpe maestro pero su doble fallece prematuramente en Santa Helena, corriendo la noticia como reguero de pólvora por toda Francia. Imposible ahora develar su verdadera personalidad.
Simón Leys fue el nombre de pluma de Pierre Ryckmans, catedrático de literatura china de las universidades Nacional de Australia y de Sydney. Colaboró con artículos sobre literatura y sobre China contemporánea en The New York Review of Books, Le Monde y Le Figaro Littéraire. Por sus obras recibió numerosos premios como el Renaudot, el Femina, el Guizot y el Christina Stead por obras de ficción.
De esta novela en 2001 se hizo la película The emperor’s new clothes que ganó el Premio de la Audiencia en el Festival de Cine de Florida.
Muy bien escrita y con gran sentido del humor, La muerte de Napoleón permite reflexionar sobre qué son la identidad, la reputación y la historia. La lectura de esta obra sirve como conmemoración a los 200 años de la batalla de Waterloo y el final del imperio napoleónico.