Hace pocos años el reconocido editorialista del New York Times Thomas Friedman escribió sobre los distintos dilemas de desarrollo que enfrenta América Latina en el 2011 –Latin America’s Choice en The New York Times, Junio 21, 2006- .
Durante décadas se ha considerado como retos fundamentales para toda la región acortar la brecha que separa a ricos de pobres, combatir la corrupción que es un mal endémico en todos los países, incrementar la gobernabilidad y acabar con el narcotráfico.
Sin embargo, para Friedman los retos se reducen a decidir si la región pretender ser proveedora de materias prima para China o bien, tomar el ejemplo de la India que le ha dado énfasis al desarrollo de su capital humano.
Según este editorialista, América Latina se ha caracterizado por sacarle más provecho a sus recursos que a sus habitantes. Por ello, el gran mercado chino y la necesidad voraz que éste tiene de materias primas se han convertido en una oportunidad para exportar insumos: petróleo, soya, hierro, carne, pescados y madera, entre otros productos.
De estas oportunidades algunos países latinoamericanos se han aprovechado más que otros, como Brasil que entre enero y septiembre del 2005 aumentó en un 28.67% sus exportaciones a ese país, o como Perú, que a pesar de su baja industrialización tuvo ese año un crecimiento de un 5% por sus ventas a oriente.
Sin embargo, para China América Latina no sólo es un gran proveedor de insumos, sino que, simultáneamente, toda la región se ha convertido en el gran mercado de sus productos que son relativamente baratos y que ponen al alcance de poblaciones con ingresos muy bajos bienes de consumo masivo como ropa, zapatos, juguetes y herramientas. Brasil, en esos mismos 9 meses, aumentó sus importaciones chinas en un 73.83 %. Estas importaciones afectan a las industrias nacionales especialmente por sus bajos precios, por la piratería y por su introducción, en muchas instancias ilegal.
Por lo tanto, tenemos que preguntarnos si queremos seguir siendo productores de materias primas que en el mercado internacional tienen un precio bajo y consumidores de productos chinos.
Para Friedman, los países que se hacen adictos a vender sus recursos naturales raramente desarrollan sus recursos humanos a través de instituciones educativas y compañías innovadoras. Una vez que se agotan los insumos, la población se empobrece más.
La segunda opción es tomar el modelo de la India y el énfasis que ese país ha dado a la educación, especialmente en el área de computación y de ciencias, resaltando en el eficiente dominio del inglés y facilitando los procedimientos y la legislación para establecer industrias nuevas e innovadoras que hacen negocios a nivel global. India es considerada hoy en día el nuevo valle del silicón.
El caso con el que Thomas Friedman ejemplificó su análisis es el de una empresa computacional en Uruguay que en 2005 contaba con 550 programadores uruguayos entrenados y dirigidos por ingenieros indios que escribían los códigos y administraban los sistemas computacionales para compañías en toda América latina.
Su propuesta ha sido enfatizar en modelos educativos innovadores capaces de responder a los retos del desarrollo de manera creativa e innovadora, con un sistema educativo que tenga una cobertura masiva y que inicie a edades más tempranas.
Al mismo tiempo, debe haber un estímulo a la invención y creación, promoción de la propiedad intelectual y la innovación tecnológica, así como una reforma legislativa.
Como conclusión de su artículo Thomas Friedman estableció que la elección de Latinoamérica no tiene que ser entre los modelos capitalistas de Occidente, ya sea el estado de bienestar social europeo o el modelo hiper-competitivo de Estados Unidos, sino entre los modelos de la India que enfatiza en el desarrollo de sus recursos humanos o China y el síndrome basado en la venta de recursos naturales que no mejora las condiciones de vida ni las expectativas económicas de la región.